"Nunca hemos estado tentados de cambiar de pareja"
Los chicos querían comer en un restaurante modernillo de Chueca. Pero allí no hacen reservas y, aunque el local es enorme y llegamos con tiempo suficiente, tampoco nos guardaban la mesa ni, en principio, nos permiten hacer fotos. Así que mientras el encargado intenta deshacer el entuerto acabamos en Bocaíto, con sus camareros a la vieja usanza, simpáticos y serviciales, y su pescaíto frito. Los chicos son Jon Santacana y Miguel Galindo y están de vacaciones -¡en abril!- tras haber ganado tres medallas en Vancouver 2010, versión paralímpica, entre ellas el descenso, la prueba reina del esquí que proclama al rey de los Juegos. En este caso, dos reyes.
Santacana y Galindo son pareja deportiva desde hace casi una década. El primero, con una deficiencia visual que no le impide desenvolverse en la vida cotidiana -se acerca al plato para ver qué come y descarta los pescados con espinas- va detrás, mientras Galindo, ex esquiador desencantado, enfundado en un peto chillón, guía sus pasos a toda velocidad por la pista. "Cuando estoy parado voy registrando la información: ahí hay un banco, ahí una balda... al final me hago un cuadro. Esto en movimiento es imposible. Cuando bajo veo a Miguel como una figura no muy definida", trata de explicar.
El campeón de esquí paralímpico y su guía han aprendido a ser uno en las pistas
"Nos conocimos en mitad de una autopista en Francia", recuerda Galindo, que estuvo a punto de dejar el esquí tras unos años de lesiones y se reenganchó al deporte paralímpico. "Me dijeron: este es Jon". Y hasta ahora. Dos Juegos Olímpicos después, Santacana y Galindo, ambos de 29 años, aunque de años diferentes, se conocen a la perfección. ¿Han tenido la tentación de cambiar de pareja?: "Nunca. Somos muy fieles", bromea Galindo, el más extrovertido. Santacana, ahora en serio, explica el secreto: "En lo primero que te fijas en un guía es en cómo esquía, en que se adapte a ti. Yo empecé con 10 años y al principio bajaba detrás de mi padre. Cuando llegué al equipo probé con tres guías diferentes, pero ninguno me convencía". Para Galindo fue algo más: "He vuelto a disfrutar. Salí en una situación complicada y he recuperado el gusto por la competición".
Pero no todo es esquí. "Nos pasamos el 75% del año juntos, entrenándonos y viviendo, y casi siempre fuera de España. Compartimos habitación en las concentraciones. Si no nos lleváramos bien...", cuenta Santacana. Les sobran anécdotas. Como aquella primera bajada en la que Jon pasó por encima de otro corredor; o esa otra en la que llegó casi llorando por el miedo que había pasado, o aquella en la que Galindo salió mucho antes de que Jon diera la señal... "Hemos hecho bastantes shows", admite Miguel entre risas.
"Por eso cuando acaba la temporada ni nos llamamos", se justifica el guía. Él vuelve a Zaragoza y Santacana, a Barcelona. Se entrenan como cualquier deportista de élite y cuentan con beca, echan de menos algunas comodidades: "Estaría bien ir en avión en lugar de en furgoneta o un skyman [el hombre que pone a punto los esquís], pero no hay más dinero". ¿Retirada? "Yo sí lo he pensado", admite Galindo. "Yo no", zanja Jon.
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