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Necrológica:
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Florencio Campomanes, el 'Papa' del ajedrez

Presidió la Federación Internacional y fomentó rivalidades y escándalos

Leontxo García

Nunca se le oyó decir que el fin justifica los medios, pero sin duda lo pensaba. Florencio Campomanes, muerto ayer de cáncer a los 83 años en Baguío (Filipinas), potenció al máximo, a base de escándalos, la tremenda rivalidad entre Anatoli Kárpov y Gari Kaspárov mientras presidía (1982-1995) la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE), que hoy aglutina a 170 países.

Nacido el 22 de febrero de 1927 en Manila, la capital del archipiélago, y doctorado en Ciencias Políticas por la Universidad de Georgetown (Estados Unidos), astuto e inteligente en grado sumo, poseedor de una memoria prodigiosa, negociador incansable, pasaba días sin dormir para lograr el voto de algún país minúsculo, tendía a ser amoral, nunca olvidaba el nombre de un directivo, ni el de sus familiares directos, y hablaba media docena de idiomas.

Presionado por el Kremlin, canceló el duelo de Kaspárov y Kárpov en 1985

Desde joven ya apuntaba maneras. Tras la Olimpiada de Ajedrez de 1960 en Leipzig (Alemania Oriental), hizo creer a Air France que la selección filipina había perdido el enlace en París por culpa de la compañía, y ésta pagó una semana de estancia a todos los jugadores en el carísimo hotel George V. Durante la Olimpiada de Ajedrez de 1966, convenció a Fidel Castro de que comprase los billetes de vuelta de la selección filipina, que había viajado sólo con el de ida. En 1975 persuadió al dictador Ferdinand Marcos, amigo suyo, de que ofreciese una bolsa de cinco millones de dólares de entonces para que el duelo por el título mundial Fischer-Kárpov se jugase en Baguío; el estadounidense la rechazó y se retiró.

Tras exprimir hasta la última gota el principio de "un país, un voto", que rige la FIDE, logró la presidencia contra la voluntad de la Unión Soviética, donde había cinco millones de ajedrecistas federados. Entró en el cargo como elefante en cacharrería, y su gran día de gloria fue el 15 de febrero de 1985, en Moscú, donde Kárpov y Kaspárov llevaban cinco meses disputando su primer duelo (se jugaba a seis victorias; los empates no contaban). Kárpov, agotado, dominaba por 5-3 pero había perdido las dos últimas partidas (la 47ª y 48ª). Presionado por los padrinos que ambos jugadores tenían en las más altas esferas del Kremlin, Campomanes canceló el duelo sin vencedor, y el escándalo fue tan grande que el diario The New York Times le dedicó un editorial.

Desde ese momento, Campomanes fue recibido siempre en la URSS con el máximo lujo, y quizá por eso incluyó este artículo en los reglamentos del Campeonato del Mundo: "Los directivos podrán comer y beber cuanto, donde y cuando quieran a costa del Comité Organizador", lo que se tradujo, por ejemplo, en botellas de vino carísimo durante el Mundial de Sevilla 87.

"Mira, tú que tanto me has criticado. Sin mi cancelación de Moscú, ahora no podríamos vivir este momento tan solemne", susurró Campomanes al arriba firmante en Londres en 1986, mientras Margaret Thatcher escuchaba el himno soviético en posición de firmes entre Kárpov y Kaspárov. Pero las palabras que mejor le definen son las últimas, dichas el sábado, en su lecho de muerte, a su amigo Casto Abundo: "¡Qué bien lo hemos pasado!".

Florencio Campomanes, en 1986.
Florencio Campomanes, en 1986.

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Sobre la firma

Leontxo García
Periodista especializado en ajedrez, en EL PAÍS desde 1985. Ha dado conferencias (y formado a más de 30.000 maestros en ajedrez educativo) en 30 países. Autor de 'Ajedrez y ciencia, pasiones mezcladas'. Consejero de la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE) para ajedrez educativo. Medalla al Mérito Deportivo del Gobierno de España (2011).

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