La rana y el ideal educativo
En la Universidad del País Vasco estamos, como en el resto de las universidades, adecuándonos a los requisitos de Bolonia; ultimando los preparativos para la entrada en el próximo curso de los nuevos grados (que sustituyen a las actuales licenciaturas); coordinando las materias, la metodología de enseñanza, las formas de evaluación. Previamente, hemos tenido que definir las decenas de "competencias" que, en teoría, ha de desarrollar el alumno a lo largo de la carrera: competencias por titulación, por curso, por materia. Ése es el término fetiche de nuestro momento pedagógico. El graduado ha de ser un ser competente, es decir, capacitado para competir en el muy competitivo mercado laboral (ahora ya -se supone- europeo). He ahí el ideal educativo de nuestra época.
Hace poco tuve ocasión de participar en un congreso en la Universidad de Salamanca. Me maravilla esa ciudad, con sus piedras cargadas de historia, sus pájaros, sus cipreses. La universidad española más antigua tiene una fachada plateresca muy famosa, llena de un simbolismo que trasmite una lección humanista. Más allá de la simpática rana (símbolo del vicio y la futilidad de la vida), convertida en icono de la ciudad gracias a un marketing modélico, lo que me llama la atención de esa fachada son las dos puertas gemelas. Al parecer, la de la izquierda es la puerta del vicio, de la ignorancia, y es por donde entraban todos los estudiantes, mientras que la de la derecha es la de la virtud y la sabiduría, por donde aspiraban a salir una vez doctorados. Por alguna razón, en la actualidad la de la derecha permanece siempre cerrada, de modo que todos entramos y salimos por la misma.
Una vez dentro, nos encontramos con la "escalera de la sabiduría", una construcción del siglo XVI con un bajorrelieve apasionante. Lo que allí se nos presenta es el ideal de perfeccionamiento que se le proponía al estudiante. En el primer tramo se suceden los entretenimientos que le acechaban: aparecen abejas, toros, bebidas, prostitutas, orgías. Los siguientes muestran la lucha y la superación de los vicios y las pasiones hasta alcanzar un perfecto dominio de sí mismo y convertirse en un caballero. Es la escalera que conduce a la antigua biblioteca de la universidad, donde se compendia toda la sabiduría.
En comparación, qué fríos son nuestros edificios universitarios. Espacios funcionales, vacíos, sin símbolos perdurables (más allá de las pintadas y los efímeros carteles); sin ningún ideal grabado en piedra, a la vista, recordatorio perenne. Ni dos puertas, ni escaleras de la sabiduría, porque ya (apenas) nadie cree en eso, claro está. Ya no están hay para desarrollar virtudes o buscar la sabiduría, sino para "adquirir competencias". Ya sé que en cierta medida es lo mismo, traducido a la jerga moderna, pero al mismo tiempo, desde luego, qué quieren que les diga: no es lo mismo.
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