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Reportaje:3. EDUCACIÓN. LA UNIVERSIDAD | La sostenibilidad del Estado de bienestar

Matrículas más caras para combatir la desigualdad

El debate de las tasas universitarias se reabre en plena crisis

¿Se puede hacer un sistema universitario más justo subiendo los precios de las matrículas? El economista y profesor de la Universidad de Londres José Ginés Mora está convencido de que así es. Se trataría de que con ese dinero extra, que pagarían los que tengan recursos suficientes, engordaría enormemente el sistema de becas y ayudas (préstamos). De ese modo, de verdad servirían para que a los jóvenes desfavorecidos les mereciera la pena no estar ganando dinero en un trabajo, sino estudiando una carrera. Ahora, asegura Mora, con unos precios "relativamente bajos" y un sistema de becas insuficiente (el 0,09% del PIB frente al 0,25% de la media OCDE), se subvenciona igual a los que tienen y a los que no.

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Los estudiantes pagan con sus matrículas, de media, entre el 10% y el 20% del coste real de sus estudios en la universidad pública. El profesor de Economía de la Universidad Carlos III Juan José Dolado calcula en un reciente artículo que pagan de media 900 euros, mientras que el coste real se acerca a los 8.000, con lo que la subvención asciende a más 7.100 euros, independientemente del nivel de renta.

La extensión de la enseñanza universitaria en España ha sido muy rápida: el 26% de la población de 25 a 34 años tiene un título superior, dos puntos por encima de la media de la UE y casi 10 más que dos décadas antes, según datos de la OCDE de 2007. Así, es cierto que el actual sistema ha disminuido ligeramente la desigualdad, pero esta aún es muy evidente, advierte el profesor de Sociología de la Universidad de La Laguna José Saturnino Martínez: "El 10% de los hijos de personas sin estudios llega a la universidad, mientras lo hace el 60% de los hijos de universitarios".

Martínez cree que, en teoría, es correcto el argumento de la subida de tasas, pero advierte: "A medida que alguien tiene menos dinero, mayor es la aversión al riesgo. Esto significa que tasas más altas, aunque puedan compensarse con becas y préstamos, pueden echar atrás a las clases populares a la hora de estudiar". En cualquier caso, el rechazo social que conllevaría, a su vez, un gran coste político, es probablemente el mayor argumento en contra, sobre todo en tiempos de crisis como los actuales. De hecho, la idea se ha puesto sin éxito encima de la mesa en España, intermitente pero constantemente. Documentos del Consejo de Universidades de 1995, 2007 y enero de 2010 han propuesto, sin éxito, esa subida de tasas.

La idea del último texto, presentado por el Gobierno para su debate, es que paguen más los que suspendan, lo que en teoría también ayudaría a solucionar una de los grandes agujeros por donde se escapan recursos públicos en la universidad: las elevadas tasas de repetición y de abandono que suponen un enorme despilfarro. Así, se pagaría en la segunda matrícula el 50% del coste real y el 100% en la tercera.

Pero, a la vez, el sistema de becas y ayudas se doblaría, extendiendo, por ejemplo, hasta 100.000 las becas-salario, que alcanzarían además un importe de 7.000 euros en 2015. Además, se fomentarían los buenos resultados, por ejemplo, con préstamos que se convierten en becas si se aprueba todo cada curso.

Los estudiantes rechazaron inmediatamente la idea, más aún en el actual contexto de crisis, y el secretario general de Universidades, Màrius Rubiralta, aseguró que no se tocarían los precios, al menos, hasta 2013. Después del periodo de debate, hoy el ministerio presenta el documento revisado. "Tiene que haber un pacto de confianza, no vamos a tocar los precios antes de ver cuál es el coste real", asegura Rubiralta. Así la idea es ponerse de acuerdo en cómo calcular esos costes, que pueden diferir según la titulación, mientras se sigue aumentando el esfuerzo en becas, con el objetivo de llegar al 0,2% del PIB, añade.

De cualq uier modo, la nueva financiación también tratará de resolver carencias crónicas. Por ejemplo, el alto número de universidades repartidas por España (47), con una oferta tan parecida que, al descender el alumnado por la curva de natalidad, algunos centros se han vaciado, provocando gran despilfarro. El texto también propone una inversión extra de 2.400 millones en los próximos años para alcanzar el 1,5% del PIB de gasto en universidades (la media OCDE). Pero eso, para después de la crisis.

Una estudiante en el campus de San Vicente, en Alicante.
Una estudiante en el campus de San Vicente, en Alicante.PEPE OLIVARES

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