San Isidro bien vale una noche sin pegar ojo
Las colas, que empezaron el viernes, superaron el millar de aficionados. Las entradas para ir a ver a Morante de la Puebla y El Juli en San Isidro se agotan antes que las de José Tomás. Pasar la noche al raso no es plato de gusto, pero la adicción que generan los toros amortigua el frío, el cansancio y la incómoda negociación constante con los profesionales de la reventa. La afición venteña, ingeniosa y espontánea, conoce la fórmula de la inmortalidad: ser abonado de sombra. Apenas se ofrecen estas localidades en taquilla. La pasada semana se expidieron los carnets de nuevos abonados. Mucha demanda y sólo 141 localidades libres. En una lista improvisada, una periodista de EL PAÍS tenía a las seis de la tarde el puesto 254. Unas barajas y el ron ayudaron a pasar la noche.
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