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Entrevista:DAVID SCHMITTLEIN Y RICHARD LOCKE | Decano y vicedecano de la Sloan Business School del MIT | Carreras & capital humano

"Hemos integrado la ética en todo nuestro plan de estudios"

Es la palabra en boca de todos. Políticos, académicos y economistas hablan sin parar de sostenibilidad, aunque no se ponen de acuerdo en qué significa exactamente. David Schmittlein y Richard Locke, decano y vicedecano de la escuela de negocios del Massachusetts Institute of Technology (MIT), han visitado recientemente Madrid para hablar del asunto con ejecutivos y profesores universitarios. EL PAÍS conversó con ellos antes de que ambos dieran una conferencia en la Fundación Rafael del Pino sobre sostenibilidad y empresa.

P. ¿Qué significa la sostenibilidad para las empresas?

R. L. Hemos tenido reuniones muy interesantes con empresarios y responsables universitarios. La cuestión principal que hemos abordado es cómo le damos sentido a la sostenibilidad en la economía de hoy. ¿Qué significa sostenibilidad? ¿Por qué no es una moda pasajera? ¿Cómo podemos hacerla realidad? ¿Pueden las empresas costeársela? Les hemos explicado que la sostenibilidad hay que entenderla en sentido amplio, que no se trata sólo de cambio climático o de protección medioambiental, sino de un conjunto de cuestiones relacionadas entre sí: sostenibilidad en el sentido social, en el sentido medioambiental, energía, agua, clima, etcétera. Si se piensa en la sostenibilidad en este sentido más amplio, más sistémico, se comprende que ese reto trae consigo oportunidades muy importantes. Ése es el mensaje que queremos transmitir: la sostenibilidad es una oportunidad para las empresas.

"La sostenibilidad es una oportunidad para aumentar la eficiencia"
"Las nuevas tecnologías obligan a las empresas a ser más transparentes"
"La crisis demuestra que la formación de directivos es mejorable"
"Los estudiantes deben aprender cómo abordar los dilemas morales"

P. ¿De qué oportunidades se trata?

R. L. La sostenibilidad ayuda a las empresas a redefinir sus modelos tradicionales de negocio, a ser más eficientes, a generar menos residuos en el uso de la energía, los materiales y el agua, y también a mejorar la gestión del personal. La sostenibilidad obliga a las empresas a replantearse cuáles son sus funciones básicas: ¿Puedo desarrollar nuevos productos con materiales más sostenibles? ¿Es necesario reconfigurar mi cadena de suministro con menos uso de CO2 y hacerla más eficiente? ¿Hace falta cambiar mis canales de distribución y la presentación de mis productos? La sostenibilidad también ofrece la oportunidad de innovar, porque este reto no sólo nos exige hacer pequeños ajustes, sino pensar en modelos de negocio completamente distintos que impulsen nuevas actividades, creen nuevos puestos de trabajo y relancen el crecimiento.

P. Los expertos sostienen que es necesario avanzar hacia una economía sustentada en el conocimiento. ¿Cómo casan conocimiento y sostenibilidad?

R. L. Un fenómeno creciente en las sociedades industriales es la importancia de la transparencia, y este fenómeno no lo impulsa el consumo sostenible, sino que es resultado de la revolución de las tecnologías de la información. Los consumidores demandan cada vez más información sobre los componentes de los productos que van a comprar. Una de las aplicaciones más utilizadas en el iPhone es GoodGuide, que permite ir al supermercado, elegir un champú o un jabón y ver qué componentes químicos tiene, dónde está fabricado, si es saludable, si es bueno para el medio ambiente... Los padres de niños pequeños se descargan está aplicación y la usan como locos porque quieren saber qué hay en los productos que compran. ¿Qué significa esto para las empresas? Los fabricantes del iPhone, de ordenadores y de microchips demandan a sus suministradores información sobre qué metal precioso utilizan para fabricar sus piezas, quién las ha hecho, dónde y en qué condiciones... Saben que las asociaciones de consumidores y las ONG exigen información.

P. ¿Qué lecciones sacan ustedes de la crisis actual?

D. S. Una lección para todas las instituciones económicas, gubernamentales y sociales es que todos podemos hacerlo mejor. Los gobiernos, las agencias de medición de riesgo, las empresas... Todos pueden hacerlo mejor. Y si se me permite decirlo, la formación de directivos también es mejorable. Esta crisis no la ha originado un puñado de banqueros irresponsables, unos cuantos promotores inmobiliarios o unos banqueros centrales demasiado optimistas... Esto ha sido una sucesión de errores en cascada, no ha habido una causa única. La información y la transparencia deben formar parte del remedio.

P. Entidades hipotecarias, bancos de inversión, agencias de calificación de riesgo, políticos, consumidores... Todos parecen tener parte de culpa en la crisis. ¿Y las escuelas de negocios? ¿No creen que han puesto demasiado énfasis en el beneficio a corto plazo y en los aspectos puramente financieros de la economía?

D. S. No quiero soslayar la responsabilidad de ninguna institución en la crisis, incluyendo las escuelas de negocios, pero sí quiero subrayar que muchos de los dirigentes empresariales y gubernamentales a los que se ha señalado como responsables nunca estudiaron en una escuela de negocios, al menos en una de las principales. Creo que las escuelas de negocios deben tener en cuenta más que nunca el fin social de las empresas, el modo en que ayudan a los estudiantes a desarrollar su propio punto de vista sobre lo que es importante, sobre cómo debe ser su vida personal y profesional. Con frecuencia se cree erróneamente que enseñar es el único propósito de una escuela de negocios. Las grandes escuelas de negocios deben servir para crear conocimiento, pero también ser un foro para compartir esos conocimientos con el resto del mundo e invitar al resto del mundo a dar su opinión.

P. ¿Han cambiado su plan de estudios como consecuencia de la crisis?

R. L. Hemos hecho un par de cosas. La primera es crear un máster en finanzas en plena crisis. Mucha gente pensó que no era el mejor momento, que nadie querría apuntarse. Lo interesante de este curso es que enseña a los estudiantes no sólo lo último en finanzas o ingeniería financiera, sino también ética profesional. Estamos intentando educar una generación distinta de gente que trabaje en las finanzas. Este programa sólo tiene plazas para 60 estudiantes y tuvimos unas 1.000 solicitudes. Lo segundo que hemos hecho ha sido tomarnos en serio la ética en nuestro plan de estudios. Toda crisis o escándalo económico va seguido de una mayor atención a la ética. El ciclo escándalo-ética-escándalo se repite desde hace décadas. Lo que estamos intentando es enseñar a quienes van a trabajar en el mundo financiero a plantearse dilemas éticos. En lugar de ofrecer un curso sobre ética, que habitualmente queda relegado a un segundo plano, creemos que, además de las habilidades financieras, estadísticas y económicas, los estudiantes deben aprender también a razonar desde el punto de vista moral y a ver las cosas con perspectiva. No les enseñamos a diferenciar entre el bien y el mal, sino las diferentes maneras de abordar los dilemas morales y las decisiones éticas que van a afrontar durante su carrera profesional y también durante su vida privada, como miembros de una familia, como ciudadanos. Una de las cosas que estamos haciendo, y en esto somos pioneros, es practicar el aprendizaje mediante la acción. Todos nuestros alumnos tienen al menos algo de experiencia en la resolución de problemas reales en empresas reales. Eso es lo que estamos haciendo: integrar la ética en todo nuestro plan de estudios. -

David Schmittlein y Richard Locke, del MIT, visitaron Madrid para hablar de sostenibilidad en las empresas.
David Schmittlein y Richard Locke, del MIT, visitaron Madrid para hablar de sostenibilidad en las empresas.SANTI BURGOS

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