Lección de humildad para los ingleses
- "Un hombre orgulloso siempre mira para abajo y, claro, si miras para abajo no puedes ver lo que tienes por encima".
-C. S. Lewis, autor de las Crónicas de Narnia.
Demostrando una vez más que muchas virtudes tendrá, pero que la clase no es una de ellas, Alex Ferguson echó la culpa al árbitro por la merecidísima derrota de su Manchester United contra el Bayern de Múnich en la Champions League esta semana, lo que a su vez significa que por primera vez en cinco temporadas no habrá un equipo inglés en semifinales de la máxima competición de clubes de Europa.
Se veía venir. El Manchester ha demostrado un juego pobre e irregular toda la temporada, redimido en parte por el brillante individualismo de Wayne Rooney. El Liverpool de Rafa Benítez, que en sus mejores días no fue exactamente una obra de arte, está en plena decadencia y cayó sin gloria en la primera fase del torneo. El Chelsea, tan temiblemente duro hace un año, ha perdido fuelle y, como el Manchester, se ha demostrado demasiadas veces vulnerable contra equipos pequeños de la Premier League. En cuanto al Arsenal, pese a no dejar de dar la impresión de que es un proyecto en eterno desarrollo, es el único de los cuatro grandes ingleses capaz de hacer más de seis pases sin perder el balón. Pero ha tenido una cruel mala suerte con las lesiones y la peor suerte de haberle tocado el Barcelona en cuartos de final.
Lo que ha quedado bastante claro, de todos modos, es que en igualdad de condiciones, con todos los jugadores de ambos equipos disponibles el Barça está un peldaño (alto) por encima del Arsenal, o de cualquier rival que pudiera ofrecer Inglaterra. Viendo cómo el Bayern demolió al Manchester en Old Trafford durante el segundo tiempo (fue realmente lamentable la ausencia de juego de los de Ferguson), un sensato aficionado del United se podría haber consolado con la reflexión de que al caer eliminados de la Champions se evitaban el humillante papelón que les podría haber esperado en caso de medirse contra el Barça en la final.
¿Qué es lo que ha pasado? Que se volvieron autocomplacientes, o que han fracasado en el mercado de fichajes, o una mezcla de las dos cosas. Tras haber tenido tres semifinalistas en tres temporadas y un finalista cinco temporadas seguidas en la Champions, los ingleses quizá llegaron a pensar que seguirían triunfando por pura inercia, o por derecho divino. Pues no fue así. El Manchester vendió a Cristiano Ronaldo, su inagotable fuente de goles, y a Carlos Tévez, el proveedor de furia en el ataque. Y Ferguson, como pensando que su poderosa fuerza de voluntad sería suficiente para volver a ganarlo todo, no reemplazó a ninguno de los dos.
Rafa Benítez es inexplicablemente adorado por un alto porcentaje de los devotos del Liverpool, pero si una cosa le cuestionan todos es ¿por qué, por qué, por qué despreció, y después vendió, a Xabi Alonso? Y el dinero que el Real Madrid le pagó por él se lo gastó en un italiano cuyo nombre es difícil de recordar porque nunca juega, porque resulta que no posee la calidad necesaria para entrar en el once titular. El poco orden que había en el Liverpool lo imponía Alonso. Ahora, su juego es, en el mejor de los casos, voluntarioso, pero siempre es un caos.
El Chelsea sólo hizo un fichaje, el entrenador Carlo Ancelotti. La realidad, que Ancelotti no parece haber entendido, es que arriba dependen demasiado de Didier Drogba, que Michael Ballack (un año mayor que Thierry Henry) no es el jugador que fue, que Frank Lampard ha sido bastante menos determinante que en años anteriores y que John Terry ha visto su autoridad en defensa mermada por su agresividad sexual (o por los relatos sobre el tema en la prensa inglesa).
En cuanto al Arsenal, aunque sí puede ofrecer como legítima excusa las lesiones, es el único equipo de los cuatro cuyos fans han reconocido desde el principio de temporada que Arsène Wenger se equivocó al apostar todo a la juventud y al no fichar un jugador curtido, como David Villa del Valencia.
En el fondo el problema ha sido que el orgullo ciego de Ferguson lo ha compartido la mayor parte del mundo futbolero inglés. Han tardado, por ejemplo, hasta esta semana para finalmente reconocer lo que el resto del planeta sabía, que el Barcelona de Leo Messi está en otra dimensión.
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