Antonio Ávila
De él llego a decir Griñán que era más político que el mismísimo Zarrías, que ya es decir, cuando lo situó al frente de la Consejería de la Presidencia. Era tal la confianza que depositaba en Antonio Ávila que no tuvo duda alguna en colocarlo en su primer gobierno como su más fiel escudero, con la misión fundamental de coordinar e impulsar todas las actuaciones que ponía en marcha la Junta.
Las cosas no habrán ido todo lo bien que quisiera porque, tan sólo un año después, ha sido descabalgado de dicha posición de privilegio ubicándolo, tal vez, en el lugar más adecuado para su perfil como es confiarle la responsabilidad de esa macro consejería de Economía e Innovación que está llamada a jugar un papel fundamental en esta última etapa de la actual legislatura.
Y uno de los problemas más urgentes que tiene sobre la mesa es la resolución la fusión de Unicaja con Cajasur. Un proyecto que está encontrando más obstáculos de los inicialmente previstos y que, a estas alturas, está encallado sin que se pueda aventurar una salida clara. Al complicado proceso de negociación de un más que difícil y costoso acuerdo laboral, se une el escaso entusiasmo, por decirlo en plan fino, que se observa en el presidente de la entidad, el sacerdote Santiago Gómez Sierra, a la hora de colaborar para que esta empresa llegue a buen puerto.
Con sus decisiones unilaterales da la impresión de que se resiste a pasar a la historia como aquel que entrega el bien terrenal más preciado de la Iglesia cordobesa a unos ajenos con los que nunca ha comulgado. Otros, incluso, han llegado a comparar su sospechosa actitud con el comportamiento de aquel loco que prefiere meterle fuego a su casa, incluso con él dentro, antes que deshacerse de ella.
Está claro que no hay temor de Dios. Ni siquiera confianza en que el plazo de reflexión de esta semana sea suficiente para recomponer las cosas. Y si bien desde el PSOE andaluz dicen que hay margen para arreglar las cosas, trasladando, además, el mensaje de que no es sólo cuestión del cura -o sea, toque de atención a la supuesta intransigencia de Braulio Medel-, lo significativo es que, a no ser que haya un gesto de autoridad del Banco de España, la salida al conflicto se antoja muy complicada e incierta. Todo, sin descartar las habilidades de Ávila que tiene ante sí un verdadero campo de pruebas por determinar hasta dónde es capaz de llegar.
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