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Columna
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Un Gobierno que gobierne

El primer Gobierno de Griñán sólo tenía un año, pero ya parecía viejo. Se empezó a hablar de que lo iba a remodelar cuando sus integrantes apenas llevaban nueve meses en el cargo. Ha sido un Gobierno evanescente. Se iba esfumando en la misma medida que iba creciendo el liderazgo de Griñán. Y lo ha cambiado en cuanto ha accedido a la secretaria general del PSOE-A. El primer Ejecutivo de Griñán ha sido el más corto en 30 años de Gobierno en Andalucía. Despidámoslo con dos obviedades. Cambiarlo un año después de haberlo nombrado es el reconocimiento de que las cosas no iban bien. Mantener en sus anteriores responsabilidades a sólo cuatro consejeros de un Ejecutivo de 15, que ahora se queda en 13, no es una remodelación. Es una crisis, que ha afectado incluso a decisiones anteriores que él mismo tomó.

Son tantos los cambios introducidos por Griñán en su nuevo Ejecutivo que hay distintas lecturas internas. A la mayoría de los andaluces no le interesa ninguna, pero hay una esencial para acabar con cualquier discusión: el nuevo Gobierno de Griñán lo ha hecho enteramente Griñán. Por eso, desde ayer tiene todo lo que precisa para ponerse a gobernar. Y no es que uno pretenda insinuar que hasta ahora el presidente de la Junta no hubiera gobernado. Lo que quiero decir es que, al parecer, gobernaba sin tener las condiciones idóneas para poder hacerlo como él quería. Pues bien, ahora tiene ya un nuevo Ejecutivo sin interferencias internas y el respaldo unánime del PSOE-A para acometer las transformaciones que necesita este partido en cuanto a discurso y, también, en cuanto a hábitos. Muchos de los cambios que propugna los ha expresado de forma brillante en varias ocasiones. Ahora habrá que pedirle que del dicho al hecho no haya tanto trecho.

"La cuestión que ahora nos planteamos no es si nuestro Gobierno es demasiado grande o demasiado pequeño, es saber si funciona. Si ayuda a las familias a hallar trabajo y sueldos decentes, a tener cuidados médicos asequibles, y una jubilación digna", dijo Obama en su discurso de investidura como presidente de Estados Unidos. Eso sería lo primero que habría que exigirle a Griñán. Que su nuevo Gobierno funcione y que ayude al cerca del millón de parados que hay en Andalucía a encontrar un trabajo, a poder ser incluso con un sueldo decente. Elegir a las personas de las que ha decidido rodearse es exclusivamente de su competencia. Los gobiernos no se discuten, sólo se critican. Lo que sí habrá que recordarles a los designados es que los ciudadanos viven inmersos en una crisis económica a la que no le ven fin, y sería descorazonador que los consejeros no tengan una clara prioridad. La de hacer frente al drama del paro.

El líder americano proclamó, además, el derecho de los ciudadanos a pedir cuentas "a quienes manejamos el dinero público, para que gastemos de forma sensata, acabar con los malos hábitos y ser transparentes". Esto, que algún día debería tener la categoría de derecho fundamental, es el primer paso para que los ciudadanos recuperen la necesaria confianza entre los administrados y los administradores. Griñán ha reconocido que se puede gestionar mejor y que se debe adelgazar la Administración. Hacerlo debe ser otro de sus compromisos ineludibles.

El presidente de la Junta asumió el cargo con una crisis económica y el cansancio de los andaluces por tres décadas de Gobiernos de su partido. La gestión de la Administración regional ha estado muy alejada de la realidad de los ciudadanos, desde la deuda histórica hasta la reforma del Estatuto de Autonomía. Y ahora, 11 meses de transición para relevar a Chaves. Ya no hay excusas. Griñán, una vez que ha conseguido ser el líder de su partido, tiene ahora un reto esencial: ser el jefe del Gobierno que acaba de nombrar. O sea, el líder de un Gobierno que gobierne.

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