Tres avisos y poco gusto

No llegaron a aparecer los cabestros, el novillo ya no podía volver a los toriles. El puntillero alargó aún más la agonía de un toro. Tres avisos es el mayor fracaso para cualquiera que se vista de luces. Se mata al toro, a gorrazos si hace falta, antes de los tres avisos. Saúl Jiménez Fortes, hijo de Mary Fortes, mujer torero en los setenta, tiene gusto y empaque. Pretende una interpretación del toreo bastante personal, sobre todo con el capote. En el sexto, el toro, que le ganó la pelea, ilusionó con un par de verónicas de recibo. No fueron un espejismo, ya lo intentó en el tercero.

Se estrelló, sin paliativos, pero al menos fue diferente. No amontonó derechazos y pases de pecho, como si hubiese un marcador en la plaza o se concediesen orejas a los puntos.

Fernando Tendero y Sergio Blanco, este último con ruidoso apoyo colombiano en los tendidos, parecían cortados por el mismo patrón. Probaturas, intentos y escasa personalidad. Los astados, procedentes de Francia, mantuvieron el descaste propio de la cabaña brava española. Buscaron las tablas en cuanto sintieron el primer puyazo. Los novilleros, sin recursos y escasos en experiencia, poco hicieron para destacar. Remató la tarde el viento, que les dejaba al descubierto en más ocasiones de lo recomendable.