Maratoniano y 'matador'

Los jugadores humildes suelen gozar del fervor popular tanto como sufren la exigencia de los entornos ilustrados. Hay miles de ejemplos de futbolistas sin pedigrí, fuentes de sudor, laborantes incansables que se han llevado el aplauso de la grada y a los que les ha costado Dios y ayuda convertir los aplausos en halagos. Toquero es el caso mil y pico. Surgido del futbol base vizcaíno, arengado por la grada más fervorosa, ayudado por su aspecto de ecce homo al término de los partidos, Toquero ha ido sacando poco a poco su cocción de futbolista más sabroso que abundante, erigiéndose en el mejor centrador en carrera del equipo y salpicando con goles (seis) su indesmayable esfuerzo.

Toquero se ganó a la grada por provenir del fútbol base, por la cantidad de kilómetros consumidos, con su pasión futbolística por disputar cada balón por imposible que fuera. Sin embargo, su actitud ocultaba algunas otras virtudes que con el paso de los partidos han ido aflorando hasta convertirle en un futbolista imprescindible en este equipo. No es la quintaesencia del fútbol, pero ¿quién lo es en el equipo rojiblanco? Quizás eso le llevó a reclamar una jerarquía en la renovación que se asemejaba a la que representa en el colectivo, pero que quizás está lejos de la que aún ha demostrado.

Ayer Toquero se comió al Valladolid de cabeza, tras un córner, y una actitud de listo, tras una peinada de Llorente. Curioso. Por fin alguien aprovecha una prolongación de las miles que hace Llorente. Por fin Toquero se da cuenta de por donde puede ir el balón y se anticipa a la defensa rival y al portero con un golpe a botepronto, antes de que llegue el tren de la portería para arrasarlo todo.

Pecó de ingenuo el Valladolid, un equipo con la encomiable actitud de jugar al fútbol, pero demasiado endeble para resistir acometidas descomunales. Y Llorente y Toquero dibujan siempre una acometida descomunal. Se enceló la defensa pucelana con Llorente y le dejaron la puerta abierta al asesino silencioso, que la cerró con dos golazos y llenó de dudas al Valladolid, que vive una situación crítica que aún puede empeorar el próximo domingo, cuando reciba al líder, el Madrid.

El Valladolid, que comenzó gobernando el balón y creyó que así gobernaba el partido (sin intimidar a Iraizoz), se hundió con el primer gol de Toquero que rubricó un remate magnífico anterior con una parada no menos magnífica del paraguayo Justo Villar en un acto reflejo. Ese gol le llegó a la yugular. El segundo le echó de San Mamés y le sembró de dudas.

El Athletic tenía lo que quería. Un gol a balón parado y otro a balón largo, sus dos jugadas favoritas. Para entonces el partido ya había muerte. Y más pudo morir si el auxiliar no aplica un magnífico ojo de águila para anular por centímetros un magnífico gol de Llorente que hubiera premiado su esfuerzo. Pero era el día de Toquero y ni el árbitro quiso quitarle un ápice de protagonismo. El chico de los maratones imposibles en San Mamés decidió que había llegado el momento de desempeñar otro papel futbolístico de los que dejan pedigrí. Ayer tocaba el del de matador elegante. Y lo ejecutó a la perfección.