Universo Hamsun
Olvidemos por un momento que Hamsun le regaló su medalla del Nobel a Goebbels. Los vínculos entre literatura y ética pueden provocar juicios sesgados sobre una obra, especialmente cuando el autor, seducido por el poder creador del mito -que a fin de cuentas es la materia prima de su trabajo cotidiano- termina convirtiéndose en su propio personaje. A menudo somos los lectores quienes les exigimos ese artificio -léase sacrificio- para luego regodearnos con biografías de tipos infelices a los que atribuimos un mayor o menor grado de genialidad en función de las calamidades que hayan sufrido al producir sus grandes libros.
Knut Hamsun reúne todos los ingredientes del estereotipo "escritor de raza": de origen humilde, tendrá que abandonar su hogar a los diez años y ejercerá varios oficios antes de emigrar a Estados Unidos, de donde regresará igual de pobre y encima tuberculoso. En Copenhague escribirá Hambre y será acogido por la élite intelectual escandinava con cierta curiosidad por ese espécimen tan singular de campesino arrogante y autodidacta. Lejos de contentarse con ese papel, Hamsun irrumpirá en la escena literaria arremetiendo contra Ibsen, Bjørnson o Brandes, abriéndose paso a golpe de escándalos y ocultando su complejo de inferioridad bajo una soberbia descomunal. Cierto que sin ese carácter irreductible y tenaz probablemente no habría podido salir adelante como escritor, y es de suponer que a eso se refiere su biógrafo con lo de "soñador y conquistador", pero hay toda una retahíla de términos -ególatra, déspota, neurótico, cruel- que tal vez no le cabían en el título pero quedan claramente expuestos a lo largo del texto.
Ninguna de esas facetas turbias aparecen en Johannes, su protagonista y álter ego en Victoria, una historia clásica de amor entre miembros de distintas castas en la que Hamsun presenta a una mujer elusiva e incomprensible condenada a un final trágico por no ser honesta consigo misma. Curiosamente Victoria es también el nombre que pondría a su primera hija, con quien por cierto Hamsun mantendría una relación difícil y autoritaria como con todas las mujeres que conoció, musas incluidas.
Y visto con algo de perspectiva la verdad es que tiene su lógica que la subjetividad literaria fuera introducida por alguien que tenía un ego como un piano de cola. Apoyándose en los progresos incipientes de la psicología moderna, Hamsun volcó la literatura hacia el interior de los sujetos y logró dotar a sus personajes de ficción de algo más que mero carácter instrumental al servicio del argumento. A través de su reacciones complejas, a veces inesperadas y otras inexplicables, supo insuflarles vida, una llama característica que los hacía tan reales, tan creíbles y autónomos, que acababan reapareciendo en sus siguientes novelas. De ese modo crecían y envejecían con él, conformando un universo Hamsun que los lectores seguían con fervor, especialmente en Alemania. Fue también en ese país donde más arraigo tuvo su doctrina reaccionaria del culto a la tierra como respuesta a las contradicciones entre el viejo y el nuevo mundo, una visión reduccionista que le hizo fácilmente manipulable por los nazis, a quienes apoyó de manera consciente e incondicional hasta el final de la guerra. Imagínense lo importante que tuvo que ser su aportación a la literatura para que su nombre haya sobrevivido al peso de semejante lápida. -
Knut Hamsun. soñador y conquistador. Ingar Sletten Kolloen. Traducción de Anne-Lise Cloetta e Inés Armesto. Nórdica Libros. Madrid, 2009. 597 páginas. 22,50 euros. Victoria. Knut Hamsun. Traducción de Kirsti Baggethun y Asunción Lorenzo. Nórdica Libros. Madrid, 2009. 133 páginas. 16,50 euros.
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