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Columna
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Elogio de la mujer

Cuando la aprobación de una ley en un parlamento democrático es calificada de "siniestra y grotesca fiesta", algo huele a podrido en este país.

Cuando el secretario general de la Conferencia Episcopal añade que esa ley concede a la mujer "licencia para matar a sus hijos", algo putrefacto se esconde bajo el solideo de los jerarcas de la Iglesia católica española.

La aprobación definitiva en el Senado, con mayoría conservadora, de la nueva Ley de Salud Sexual y Reproductiva y de Interrupción Voluntaria del Embarazo ha vuelto a sacar lo peor que la derecha española guarda en sus entrañas.

Los objetivos de su ira, una vez más, han sido algunas mujeres que se están dejando el pellejo para defender el derecho de la mujer a decidir sobre su propio cuerpo. A pocos días de celebrarse el Día de la Mujer Trabajadora, la prensa más conservadora arremete de nuevo contra las mujeres que han hecho posible que el aborto en España se equipare jurídicamente con el de los países europeos más desarrollados.

Amén de siniestra y grotesca, el periódico Abc considera que la aprobación la pasada semana de la ley del aborto, defendida por la senadora socialista Leire Pajín, se convirtió en "una fiesta de muerte" y un aquelarre. Es decir, de acuerdo con la RAE, una "reunión de brujos y brujas, con la supuesta intervención del demonio". Bonita forma de calificar un pleno del Senado, en el que los representantes democráticamente elegidos por los ciudadanos aprobaron una ley por mayoría absoluta.

En cuanto a los obispos españoles, sorprende que se indignen y escandalicen tanto porque las cámaras legislativas de un Estado democrático aprueben las leyes que legítimamente consideren oportunas, mientras silencian durante décadas, por ejemplo, los abusos sobre menores cometidos por decenas de sacerdotes en medio mundo.

Pero lo importante es que esa ley está ya aprobada y que en breve entrará en vigor. En palabras de la ministra Bibiana Aído, impulsora de la misma y por tanto blanco predilecto de la carcunda, las mujeres gozarán a partir de ahora de mayor seguridad, libertad y dignidad.

Y si la gaditana Aído ha sido capaz de sacar adelante esta ley, otra andaluza, María Jesús Montero, consejera de Salud, ha encarrilado la ley de muerte digna, que garantizará a los enfermos en fase terminal e irreversible morir dignamente. También en este caso los sectores más ultras de la Iglesia y de la sociedad han puesto el grito en su cielo.

Lo curioso es que, mientras aquí se estigmatiza a mujeres como Aído, Pajín y Montero, en el exterior las elogian. Hace pocas semanas, la responsable de las políticas de igualdad del Gobierno francés mostraba su admiración por la forma en que España actúa sobre la violencia de género y la protección a la mujer maltratada. Hace un par de días, la ministra Aído intervenía en la sede de las Naciones Unidas de Nueva York. Entre otras cosas, denunció la brecha salarial que aún separa a mujeres y hombres. Recibió sonoros aplausos de representantes de medio mundo.

Pero, aquí, lo que se lleva es el insulto barriobajero.

Más o menos el mismo día, el vicepresidente del Consell, Juan Cotino (PP), brazo derecho de Francisco Camps, insultaba gravemente en el parlamento valenciano a la portavoz de Compromis, Mònica Oltra. El conocido miembro del Opus Dei le dijo a la diputada Oltra, que le había preguntado sobre las relaciones de su familia con la trama corrupta Gürtel, que "tendría vergüenza, si fuera su padre, de tener una hija como usted, aunque probablemente no lo conoce". ¡Qué dialéctica!

Salvo Esperanza Aguirre, que gusta llamar hijoputa a sus propios correligionarios, las mujeres que se dedican a la política en España son mucho más educadas y posiblemente más inteligentes. Y tienen la mente menos podrida que muchos hombres.

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