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Columna
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Andrés

Andoni Zubizarreta

Lo reconozco, el tipo me cae bien. Por lo tanto, pueden entender que todo lo que sigue es una interpretación positiva de sus cualidades e, incluso, de sus defectos. Tal vez cuando haya leído el titular alguno habrá pensado en Iniesta, uno de esos futbolistas con los que parece difícil discrepar, uno de esos que despiertan admiración hasta en los rivales, uno de esos que permiten pararse un ratito en el campo para ver lo que inventa y luego nos da la posibilidad de poder contar a nuestros nietos aquello de "Yo jugué con Iniesta", ya que resulta enormemente difícil cambiar la frase por un "Yo jugué contra Iniesta".

Bueno, hecho el correspondiente enjabonamiento al 8 blaugrana, vayamos con mi Andrés. Seguro que entenderán que me vaya a la portería para abrir párrafo al 1 del Sevilla, a Andrés Palop. Creo que ya les he contado alguna vez que Palop y yo coincidimos en el Valencia cuando él iniciaba una carrera llena de ilusiones y la mía llegaba al final, al calor del mar Mediterráneo. A veces pienso que una parte de mi admiración hacia Andrés viene de que me permite mantener el contacto directo con el fútbol actual de tal forma que piense que fue ayer cuando dejé de jugar, cuando la realidad dice que hace más de una década que el fútbol activo se fue de mi lado.

Lo que más me gusta de Palop es su carácter llano. No olvida sus referentes, sigue con la misma sencillez

A veces pienso que todo nace de un chaval que soñaba con jugar en Primera por la mañana y que por la tarde ayudaba en su casa con las labores del campo. Otras veces me sorprendo alegrándome de que todo le vaya bien a un tipo que juega con un estilo, una forma de ver el juego, diametralmente opuesta a la mía, aquélla que le lleva a acercarse más a Arconada, a quien homenajeaba en el podio de Viena, en el momento de proclamarse campeón de Europa. Tal vez sea eso lo que me gusta de él, su bonhomía, su carácter llano y sencillo, el que no haya olvidado sus referentes. Su rostro, sus ojos, nos siguen hablando con la misma sencillez que cuando partía para Vila-real con la idea de acumular experiencia y minutos que le llevaran a poder competir por la portería del Valencia.

Pero pienso que siendo todo lo anterior importante, lo que me gusta de Andrés es que cada día que pasa es mejor portero, que cada partido aprende algo que le permite mejorar, que en cada encuentro se implica con cuerpo y alma en la tarea, sea cuando la bola está cerca como cuando la pelota está lejos de sus tres palos. Tanto se implica que ha llegado a sentir en sus carnes la emoción de lograr un tanto decisivo, uno de esos que dan la clasificación. Un atrevido metido en el cuerpo de un portero de los de antes.

No piensen que estas letras son ninguna declaración a favor del 1 sevillista para ocupar plaza en el avión que lleve a la selección hacia Suráfrica, no crean tampoco que lo postulo por delante de nadie para estar en el Mundial, no hay nada de eso en este texto, sólo la admiración por el trabajo bien hecho, por el disfrute que se adivina en él ante cada nuevo reto, ante los grandes rivales, por la sensación de que cuanto más grande es el contrario, Andrés se siente más dentro de aquellos sueños de juventud que alguna vez compartió conmigo, aquellos sueños que él está convirtiendo en realidades, en grandes realidades, que van construyendo un historial espectacular pero que nunca llegará a igualar el tamaño de su sonrisa.

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