Los inelegibles
Ya ha salido la lista, más o menos, con los inelegibles. Yo creo que, aparte los inelegibles por decreto, están los inelegibles por indeseables.-Un suponer -dice el quiosquero.
No, que es peor. El inelegible por decreto se ha levantado esta mañana con el alma en la moqueta. Claro que disimula con la santa esposa.
-Siempre te lo he dicho, Manolo. Roma no paga traidores.
-No empecemos, Julia.
-Cuarenta años sacrificándonos por el país y, ahora, inelegibles.
Lo que más molesta de las santas esposas es el plural. El plural del matrimonio es un sagrado vinculo gramatical que le asocia a uno para siempre a las tonterías y los sombreros de su señora. Cuarenta años sacrificándonos. Cuarenta años homenajeándonos. Cuarenta años distinguiéndonos. Llevan cuarenta años en plural. Y ahora les declaran inelegibles. A los dos. Tanto monta, monta tanto, corno le enseñaron a ella en la Sección Femenina las chicas de Pilar, aquel verano que pasó en el castillo de La Mota.
-Lo que te digo, Manolo, que este Suárez no me gusta nada.
El inelegible calla mientras se toma el picatoste y lee a Ruiz-Gallardón. Sabe que va a ser reelegido en cuanto pase el ghetto democrático de la inelegibilidad. Pero, por otra parte, disfruta en silencio el sabor de la derrota, se siente en torno el aura del martirologio orgánico que le llega en las palabras de su santa esposa, a la cual desprecia cristianamente por su ignorancia política.
-Mujer...
-Nada, nada, que ya está bien de tanto Adolfito. Además, ha dicho Umbral en el periódico que los adolfistas son unos parvenus.
-Esos son los rodolfista, Julia. Además, no sé para qué lees a Umbral, que es rojo.
-Yo, por ver si Pitita ha estrenado algún modelo.
Y así va transcurriendo el dulce desayuno político del inelegible, desayuno en la cumbre con su santa esposa, desayuno de acción de gracias, como el de Carter y Oreja, porque, en el fondo, el inelegible está contento de este segundo sacrificio por la patria (el primero lo hizo en Brunete), de esta experiencia democrática y transitoria que tiene ya para él casi el sabor pecaminoso de una experiencia prematrimonial. Como cuando se llevó aquella piculina con la delegación especial para el Mercado Común.
-Hay que ser demócratas, mujer.
Claro que sí. Hay que ser demócratas. Iba yo a comprar el pan y me encontré a Juan de Avalos, coprotagonista del libro de Daniel Sueiro, La verdadera historia del Valle de los Caídos.
-No lo veo yo muy claro esto de Fraga -me dice Avalos.
El inelegible, sí. El inelegible ve muy claro lo de Fraga, y piensa que es una suerte que a Fraga le haya cogido descolocado para que no salga inelegible. Los sondeos previos a los sondeos previos le dan a Fraga un 30% de votos. La legión de los inelegibles confía en Fraga para volver a ser el batallón de los elegidos. Anoche me lo decía Victoria Vera en su apartamento, mientras cenaba con la bandeja entre las piernas:
-Me gusta el anarquismo, y para mi el anarquismo es que no haya cargos.
Pues cargos va a haber cantidad, tía. Un cargo para cada inelegible, o varios, como antes, que para eso se han sacrificado y están hoy en el purgatorio de la inelegibilidad. El inelegible ha terminado su desayuno y siente que eso de a democracia es hermoso. Cuarenta años triunfales, dos meses inelegible y a triunfar otros cuarenta años, o los que haga falta. El reposo del guerrero, una experiencia casi erótica. Lástima de santa esposa, que no se calla la tía.
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