La máquina de Pitita
Me cuenta Pitita que se ha comprado una» máquina japonesa que sirve para medir los biorritmos.-¿Y qué son los biorritmos, oye?
Me lo explica, pero es mucho lío. La máquina japonesa es una especie de computadora del alma que te calcula los pecados, los vicios, las virtudes y los votos que puedes tener en las próximas elecciones. Hay quien quiere probar con Fraga Iribarne, pero el biorritmo de Fraga puede saltar la máquina. Ya que los partidos no se ponen de acuerdo en sus hombres y los hombres no se ponen de acuerdo en sus ideas, lo mejor sería aplicarle a Felipe. la máquina, a ver hasta dónde llega su biorritmo marxísta, para tranquilizar a Willy Brandt. O aplicársela a Licinío de la Fuente, a ver hasta dónde llega su obrerismo, que se podría medir por el patrón Camacho. Si no da doscientos camachos por minuto, es que es verticalista.
Pero Pitita se niega a politizar su máquina. Como los políticos están confusos, los rojos están prohibidos y el electorado está un poco frígido, habría que hacer el escrutinio mediante la máquina de Pitita, poniéndosela a todos los españoles, de uno en uno, a ver cómo anda el país de biorritmos democráticos. Algo hay que inventar para saber lo que piensa la gente, aparte del habla-pueblo -habla, porque las elecciones, tal y como van a hacerse, me parece que no servirán para nada.
-Pego eso de la máquina es folklógico, amog-, me dice Nadiuska, mientras nos maquillamos para salir juntos en la tele.
-Lo que tú digas, tía.
Más folklórico era el grupo Vino tinto y sirvió para ganar un referéndum. Me llaman los chicos del Conservatorio, que están encerrado! hace cinco días. Asisto a una asamblea. En el gran salón lleno de una juventud melómana y contestataria, las figuras de los oradores adolescentes se mueven sobre el fondo grandioso de un órgano wagneiriano.
-¿Y qué es lo que os pasa?
Ana Serrano me lo explica:
-Que ahora sale un decreto por el que los profesores de música de instituto no tienen necesidad de ser músicos.
Lo de siempre. Un cachondeo ministerial. Los melómanos elegantes de la ópera, que se me pusieron levantiscos cuando escribí sobre el tema, debieran saber que el Conservatorio de Madrid es una cochambre de pobreza, falta de pianos e incluso de picú, una tristeza de becas y una incuria. Si de verdad aman la música, ¿por qué no sueltan su hermoso dinero para remediar estas cosas, en lugar de quedarse en la exterioridad con joyas y armiños de la temporada de ópera?
Ahí está Carmen, lirica y única, haciendo h ras y horas de piano en su apartamento, recorrida por un estremecimiento musical de elegida, de inspirada, y sin un duro ni una beca para seguir adelante. A lo mejor lo arreglamos con la máquina de Pitita, porque si da los biorritmos de la genialidad, tendrán que pensar en ella. Un directivo de¡ Conservatorio lo ha dicho con estolidez insigne:
-El Conservatorio está para crear artistas.
Aquí somos elitistas para todo, y el que no dé los biorritmos del carisma en la máquina de Pitita, que se vaya a trabajar eh la vendimia francesa. Por la noche, en un cóctel socialista, María José Prendes me dice que quiere que yo le haga unas letras para un disco. Primero le voy a explicar a esta chica la máquina de Pitita, a ver si da la talla. Lo que pasa es que la máquina de Pitita, en lo político, nos llega un poco tarde, porque de sobra conocemos ya el biorritmo franquista de Alianza, el blorritmo adolfista del centro-izquierda y el biorritmo prehistórico de Murillo. Está todo tan claro que el que se equivoque con el voto será porque quiere. Y el elector que no esté aclarado políticamente, que me llame, que en seguida le ponemos la máquina de Pitita. A más de un neoliberal convencido se le han detectado biorritmos totalitarios y cromosomas gamados. Qué corte.
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