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Crónica:CARTA DEL CORRESPONSAL / Jerusalén
Crónica
Texto informativo con interpretación

¿Quién trabajará en 2025?

Como corresponde a un Gobierno tan escorado a la derecha, se habla ya de oleada de inmigración ilegal -no existe tal fenómeno- que provoca el desplome salarial de los trabajadores israelíes, y se vuelve a la carga con el IVA a las verduras y frutas frescas. También se comenta estos días el informe oficial sobre el derroche de los partidos políticos en la campaña de 2009: negocios con televisiones de lujo, compras de gasolina con las que dar siete veces la vuelta al mundo, abono de cortes de pelo a pensionistas o regalo de pollos para los necesitados religiosos... Problemas pasajeros. El desafío de la economía israelí no tiene que ver con la crisis que arruina Europa. Flota en el ambiente, a simple vista, en muchas de sus calles. Y en las cifras oficiales.

Hay generosas subvenciones a los religiosos, que no hacen la 'mili'
Sin cambios, en 15 años habrá uno que trabaja por cada cuatro que no
"La diversidad tiene encanto, pero en Israel es un problema"

Aluf Benn, analista político de Haaretz, reparaba el miércoles en un dato ofrecido por la Oficina Central de Estadísticas. Este año, el 47,5% de los 132.939 niños de cinco o seis años que comienzan el primer grado son haredim (ultraortodoxos) o árabe-israelíes. En 2014 superarán el 50%. ¿Arrancará algún día su vida laboral? No -si nada cambia- para muchos de ellos.

Deambulan por sus barrios los ultraortodoxos -buena parte de las mujeres sí trabajan en fábricas y labores manuales-, dedicados a la Torá, la oración, y algunos, a la enseñanza. Reciben gruesos fondos públicos para sus yeshivas (escuelas talmúdicas) y familias numerosas. "Ojlei Jinam" (los que comen gratis), les llaman, hartos, muchos laicos que soportan con sus impuestos la pesada carga de las subvenciones a los religiosos. Su exención del servicio militar añade sal a la herida.

Las mujeres árabes con ciudadanía israelí trabajan poco fuera del hogar, mientras muchos de sus hombres buscan jornales al vuelo o apuran, ociosos, su té. Si el desempleo en Israel araña el 8%, en algunos pueblos y ciudades árabes de Galilea roza el 30%. Unos y otros procrean a gran ritmo. Y, claro, pronto empiezan sus vástagos a ir a la escuela. Los pequeños judíos haredim -vestidos como sus padres- para afrontar un currículo exento de matemáticas y ciencias, centrado en los textos sagrados. Los árabes, sabiendo que su futuro profesional estará minado por la discriminación.

"Las diferencias en el Ejército crean una sensación de injusticia, pero el problema del empleo es existencial", según un alto funcionario de Hacienda. "Tenemos 15 años para resolverlo. Si fracasamos, Israel no será capaz de sostenerse. Por cada trabajador habrá cuatro personas sin trabajar".

Algo empieza a moverse, aunque los partidos laicos acaban casi siempre cediendo a la extorsión de los partidos ultraortodoxos. En 2009 se puso en marcha un programa universitario especial para que los haredim estudiaran materias técnicas. Apenas un millar acudió a los cursos. Las unidades especiales en el Ejército para ultraortodoxos, siempre recelosos ante las autoridades laicas, tampoco es que estén a rebosar. Son pasos minúsculos para un reto mayúsculo, cambiar la mentalidad de estos judíos respecto al trabajo y derribar la discriminación que aqueja a los árabes. "La diversidad cultural y social tiene encanto, pero en Israel es un problema", escribía Benn.

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