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Columna
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Calidez andaluza

A nadie se le escapa qué imagen tenemos los andaluces en el resto de España. Graciosos y divertidos. ¿Quieres animar una fiesta? Invita a unos andaluces. Se llevan la guitarra. Tocan las palmas. Bailan. Hacen chistes y animan a la gente a beber lo que no está escrito. Los andaluces alborotan cualquier cortijo. Garantizado. ¡Fiesta, fiesta! ¡Alegría de vivir! Tan fiesteros se nos supone que, lógicamente, debemos ser tan vagos como holgazanes. Vaya, que en Andalucía no trabaja ni Dios. Los andaluces somos unos tipos, dicen, que hacemos cantidad de chanchullos para cobrar el paro, el subsidio para votar a quienes lo concedieron como si nos vendiéramos por cuatro duros o 40 -así le va al PP en Andalucía, no la entienden- y vaya usted a saber qué triquiñuelas podemos montarnos con tal de no trabajar. Preferimos, se sigue diciendo, ganar menos dinero y tener más tiempo. Para beber cerveza, claro. Para pasarnos todo el día de fiesta. Y, lógicamente, si se nos hace esta caricatura, se pregunta desde fuera ¿cómo es posible que tengan tanta energía, cómo es posible que todos los andaluces salgan todas las noches de cenita y de cervecita? Por la siesta, claro.

La siesta para el andaluz es como el té para los ingleses, algo inexcusable, un asunto de Estado. Siesta, cerveza y parranda son padre, hijo y espíritu santo para esta gente del sur, se afirma. ¡Y encima se sienten orgullosos de ello, parece! Ríete de los madrileños, todo humildad al lado de los andaluces. Y luego está cómo hablan. Son tan vagos que se comen las palabras. Les da igual diferenciar la s de la c y la c de la z. Vaya usted a aprender español a Andalucía. Si los entiende a ellos, Valladolid será un paraíso. Dios santo, qué vagos son los andaluces que no saben ni hablar. Ésta es la imagen, exagerada, pero así son los tópicos: exagerados.

Pero sólo un par de apuntes. ¿No es ésta la imagen de los españoles en Europa? Parece que sí. ¿Por qué? ¿Es que todos los españoles viven como los andaluces? ¿O es que los europeos se han enamorado tanto de Andalucía que toman la parte por el todo? ¿O quizás es que en todas partes tiene que haber una región que cargue con el sambenito de la pereza? La razón, entiendo, está en lo último. No hace tanto, para España, Europa empezaba en Despeñaperros y para Europa en los Pirineos. Es como si los andaluces fueran para los demás españoles lo que los españoles somos para los europeos.

Sin duda, toda cultura crea sus lugares utópicos. Andalucía es el ideal que sueñan los currantes de España como España lo es para los currantes europeos. Pero la utopía también se manifiesta en la forma de hablar. Para imitar a un vago o a un cateto se imita el acento andaluz. Pero no sólo es una cuestión de acento. Los personajes andaluces de televisión siempre hacen exageraciones y comparaciones que algunos las califican de graciosas y que tanto daño han hecho y hacen a la imagen real de esta tierra.

Los guionistas reducen el arte andaluz a su variante más vulgar. Claro que, a poco que pensemos, no puede considerarse vulgar. Después de todo, el cateto no es tanto un iletrado sino la encarnación del sentido común, de la vida de pueblo. La expresividad andaluza en realidad no manifiesta un carácter diferente. Los andaluces, aunque pudiera pesarnos, no somos tan especiales. El andaluz, simplemente, consigue decir lo que todos piensan de una manera diferente. Y saber llevar al mundo de las palabras el mundo de las ideas es hacer arte. Y de esto en Andalucía lo que quieras y más. Nos sobra. Lo nuestro no es pereza, pienso que es saber vivir.

No estaría mal, como se ha destacado el pasado día 4 en la ciudad de Málaga con motivo de la presentación del libro Ser andaluces, que se fueran desterrando algunos tópicos por inciertos. También destacar este saber vivir y, como dijo el presidente andaluz, José Antonio Griñán, en la presentación de este libro, si hay algún denominador común para los andaluces, es su calidez. Sin duda: su ardor en el saber vivir.

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