Relevo en la timba mundial
Europa se levanta de la mesa de juego, justo en el momento en que China se sienta, cartas en mano, de forma tan tranquila como ostensible. Lo vimos en la Cumbre del Clima en Copenhague y en el Foro Económico Mundial de Davos, y lo hemos visto ahora en Múnich, en la Conferencia de Seguridad que anualmente reúne a la élite mundial en cuestiones de defensa. La Unión Europea cuenta con su flamante Tratado de Lisboa y sus nuevos altos cargos, pero le falta lo más importante para jugar en esta nueva escena que se abre tras los cambios en la Casa Blanca y la feroz crisis económica que está transformando el mundo. Nos lo dicen incluso los nuevos jugadores. China e India quisieran que Europa jugara como un agente global con voz propia. Los Estados Unidos de Obama también lo quieren. Sólo los europeos estamos demostrando, con tenaz empecinamiento, que no queremos que la UE sea un agente global con voz propia. Quizás tenemos los instrumentos, pero nos falta la voluntad.
China está decidida a participar de forma decisiva en la mesa de juego en su papel de potencia y a hacerlo sin complejos frente a la desgana de la Unión Europa por tener voz propia
No son interpretaciones. Basta con escuchar los discursos o tomar nota de los asistentes a las grandes citas. (Y de las ausencias, claro: sobre todo de los europeos; de nuestra lady Ashton, la nueva alta representante para Política Exterior, acostumbrada a la semana inglesa y los horarios cortos, a evitar la pelea para salir en la foto y el juego de codos: todo lo contrario de Javier Solana, devorador de kilómetros aéreos y tozudo participante de todos los grupos de negociación en los conflictos internacionales). En el seminario que organiza cada año en enero el Cidob en Barcelona, una semana antes de Davos, dedicado en esta ocasión a la guerra y la paz en el mundo global, tanto el ministro indio de Relaciones Internacionales, Shashi Tharoor, como el número dos de la fábrica oficial de ideas china, Qi Qiyang, dejaron las cosas bien claras: las nuevas potencias emergentes preferirían una mesa de juego en la que Europa se sentara con personalidad y voz propia. También lo ha repetido este fin de semana Yang Jiechi, el ministro de Exteriores chino, en Múnich.
Ha dicho más cosas, claro está, todas ellas destinadas a subrayar la vocación global china. Pekín está decidido a participar y jugar fuerte: cree que su voz debe ser decisiva en los conflictos sobre el armamento nuclear con Corea del Norte e Irán, en la estabilización de Afganistán y en la negociación sobre cambio climático.
Y lo hace sin complejo alguno, situando su interés nacional por delante de forma casi siempre descarnada. Por una parte accede a dibujar un directorio mundial o G2 con Washington, con mayor perfil que el G8, por supuesto, e incluso que el emergente G20, donde se agrupan todas las nuevas potencias globales. Pero a la vez lo hace tensando la cuerda en todos los campos y haciéndose el ofendido como forma sistemática de defensa: por la presión para que devalúe el reminbi, por las amabilidades americanas con el Dalai Lama, por la idea de derechos humanos occidental, por la venta de armas norteamericanas a Taiwan o por la actitud de Google ante los ataques y los controles informáticos sobre el buscador. Mahmud Ahmadinejad se sube ahora a la parra nuclear con la seguridad de que Pekín está por una vía diplomática de infinita paciencia en vez de endurecer las sanciones, y no hablemos ya de la eventualidad de un ataque militar contra las instalaciones, que los chinos rechazarían con contundencia.
Otro discurso, el del viceprimer ministro chino, Li Keqiang, en el Foro de Davos hace algo más de una semana, fue la tarjeta de visita para la nueva timba global. El señor Li es una de las dos piezas de la quinta generación, designada ya para tomar las riendas del Estado en 2012, cuando se jubilen el actual presidente, Hu Jintao, y el primer ministro, Wen Jiabao. Hay que esforzarse por retener su nombre, así como el de Xi Jinping, actualmente vicepresidente del país, pues el primero será el primer ministro y este último el presidente.
Los amigos chinos celebran a partir de este fin de semana el nuevo año: termina el del búfalo, animal tenaz y trabajador, y empieza el del tigre, viajero y orgulloso. Antes de los festivales del nuevo año los dirigentes chinos han lanzado una ofensiva diplomática por las capitales europeas. Los 27 les hemos recibido atenazados por la crisis, todavía cansados por la larga aprobación del Tratado de Lisboa y desganados para emprender aventuras por el mundo.
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