Progreso
Superando el miedo patológico y absurdo a las nuevas tecnologías, la enfermiza desidia ante eso tan necesario de aprender algo que desconoces y que va a hacer más placentera tu existencia, me compro un Blu-ray después de que el comprensiblemente flipado vendedor me asegure con infinita paciencia que también podré ver en él, incluso mejor que antes, las infinitas películas y series en DVD que acumulo desde hace nueve años. Desprenderme de los vídeos, como tener que renunciar a comprar nuevos discos de vinilo (tan de moda ahora entre melómanos con paladar y entre la tribu de los snobs), me supuso un trauma notable. También enfrentarme a la pesadez de intentar reemplazar en CD y en DVD todos los discos y las películas que amas.
Y es deslumbrante constatar la calidad de imagen y sonido del Blu-ray. Muy superior a las tantas veces lamentables proyecciones que te ofrecen en los cines. El problema es que entre su exigua y cara oferta de títulos resulta casi imposible encontrar el cine que te gusta. Los cerebritos que planifican el nuevo mercado sienten alergia al clasicismo, pero su catálogo está repleto de infames películas de terror, gore descerebrado y demás subproductos. Encontrarte con Grupo salvaje, Blade runner y gran parte de la obra de Kubrick posee la excepcionalidad del milagro.
Percibo que la gran maquinaria publicitaria en el lanzamiento de las películas se está desplazando a las series. Pero sigo sin entender cómo pueden engancharse los espectadores a un producto troceado, doblado, con interrupciones publicitarias, que hay que seguir en horario fijo semana a semana. Las series que te enamoran hay que poseerlas enteras y al alcance de la mano, decidiendo tú mismo los horarios y la continuidad.
Observo el acontecimiento que supone el estreno en televisión de la sexta y última temporada de Perdidos. Gente con gustos afines a los míos me cuenta que para ellos representa droga dura. No lo entiendo. El chicle podía tener sabor al principio, pero está exprimido hasta límites demenciales. Sin embargo, no me asustaría llegar a la decrepitud de los cien años estando en compañía de renovadas temporadas de Los Soprano y The wire.
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