Vivir a volver
Sábat, uno de los grandes periodistas y humoristas de esta lengua (colega de nuestro Matt), que dibuja con una agudeza imborrable en el Clarín de Buenos Aires, suele decir, en lugar de "volver a vivir", "vivir a volver". Y si uno lo mira bien, es así como debiera decirse. Vivir a volver. La nostalgia se alimenta de lo que esa frase tiene dentro, y hay una época de la vida en que los hombres y los pueblos viven a volver, no vuelven a vivir.
Un poeta ecuatoriano, Jorge E. Adoum, le contó un día a su amigo uruguayo Mario Benedetti algo que leyó en una pared de Quito: "Cuando teníamos todas las respuestas nos cambiaron las preguntas". Así estamos, contestando preguntas que, en cuanto las respondes, ya se convierten en otras interrogantes.
Estos días he sentido ese abismo: como si el suelo macizo de las respuestas que ya hemos dado se resquebrajara y fuera otro el piso, y otras las preguntas. Y vuelta a empezar. Vivir a volver.
Cuando ya sabes que el ordenamiento penal español ha superado aquella historia de la cadena perpetua, que suena exactamente como suenan las cadenas perpetuas, carrillones que se parecen al sonido de la venganza, salta Javier Arenas y nos pone a debatir sobre la cadena perpetua. Cuando uno oye otra vez palabras así (cadena y perpetua) es como si el manto del pasado (vivir a volver) cayera sobre este tiempo para hacerlo un poquito menos respirable. Aún.
Lo de la cadena perpetua se ha incrustado como una materia grave, y por tanto pesada, en medio de la otra controversia que parecía inacabable, la discusión sobre los empadronamientos. Aquí las conversaciones son como el azúcar, y como el azúcar se diluyen en el café grueso de las mañanas. Bastó que los partidos políticos empezaran a ver cómo se escurrían fuera de sus disciplinas los díscolos de Torrejón y de Vic para que aquel jaleo de los empadronamientos pasara como un celaje. Y a otra cosa, mariposa. No reposan unas discusiones cuando ya proponen otras. Este país va a morir de torticolis de tanto vivir a volver.
Ahora hemos tenido la ocurrencia grave de la cadena perpetua. A Javier Arenas le dio el pálpito de que éste es uno de los grandes asuntos nacionales. La semana anterior el gran asunto nacional (que alentó su compañera María Dolores de Cospedal) era el empadronamiento cerrado. Esa discusión les dejó a los dos malheridos, porque se pusieron a discutir en la plaza pública y salieron hechos jirones. Como una mancha limpia la otra, ahora ha sido él quien ha alentado ese otro afán. Vivir a volver parece ser la divisa. Y la gente gira como si estuviera ante un partido de tenis, mirando a un lado y al otro para ver cuál es la próxima pregunta.
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