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Columna
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Cuatro son cuatro

Hace unos días se realizó un debate entre las personas que aspiran a dirigir la Universitat de València durante los próximos años. El tema no parece tener excesivo interés, si no fuera porque afecta o, al menos, debería afectar a más de cincuenta mil valencianos, además de otros aspectos culturales, profesionales y de investigación que no son menos importantes. En lugar de un debate electoral, daba la sensación de que las personas implicadas recordaban las viejas oposiciones en las que un autobombo prudente constituía el primer ejercicio, no estaban en el papel de una auténtica campaña electoral por muy académica que sea.

Resultaba difícil diferenciarlos por sus palabras o aspiraciones institucionales. Si hubiera que votar en aquel momento, permítanme algo de humor, me decidiría por votar a la mesa completa, con el moderador Alfons Cervera a la cabeza y los cuatro aspirantes -Furió, Morcillo, García Benau y Soler- como miembros de su equipo rectoral. Había matices entre las candidaturas, sin duda, pero para mentes muy agudas y exquisitas. Algunas preferían la renovación y otras el cambio, algo así como la diferencia entre el reformismo y el rupturismo, pero con menos énfasis. Algunas deseaban el internacionalismo para la Universitat, pasando por Madrid, mientras que otras querían embajadas ambulantes por todas las capitales europeas. Pero todo entre neblinas, decirlo sin hacerse notar o puede que se notara aunque no lo decían claramente.

Que en esta ocasión existan cuatro candidaturas significa muchas cosas, entre otras que hay diversidad de alternativas para un futuro cargado de problemas y de proyectos posibles. Y eso es mucho más de lo que ocurrió en ocasiones anteriores, quizá porque en aquellos tiempos nos contentábamos con dos opciones que conducían a sitios no muy distintos. Parece que ya no es así, que empieza a ser posible imaginar escenarios diferentes para una misma institución y eso siempre es bueno. Es más, después de las elecciones habrá una opción en marcha, pero eso no debería significar que desaparecen por completo el resto de alternativas, siempre podrán aportar algún aspecto complementario o moderar los errores de lo ya existente. Por eso es importante diferenciar con gran claridad las candidaturas electorales.

Esperemos que en el tiempo que falta para las elecciones, las candidaturas expresen con más valentía su visión particular de la Universidad y de su futuro. Si llegado el momento de votar la participación es muy baja, dentro de lo que ya estamos acostumbrados, querrá decir que hemos cumplido con la liturgia pero sin creer demasiado en ella, y en parte la culpa será de no haber ofrecido opciones claras, diferenciadas y con posibilidades de un futuro mejor para la institución. Por supuesto que la tarea no es fácil, pero eso ya lo sabíamos todos.

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