Dulce olvido
Me llamaron colegas de una radio para que opinara sobre lo ocurrido durante 2009. Decliné. Trato de olvidarlo. En eso consiste una buena celebración de la Nochevieja, supongo. En conseguir un perfecto estado de olvido, en transitar por un dulce túnel que nos conduce hacia un esperanzador despertar, tan sólo perturbado por la resaca.
Cosas que deseo olvidar esta Noche de Noches sin necesidad de quedarme como una piedra ni de estar muerta. Escuché gracias a la SER una frase del jacarandoso juez Serrano que repito sin recordar (me hallo en pleno proceso, como ven) la exactitud de los tiempos verbales: "... asesina a su mujer y luego tiene que suicidarse". Las cursivas son mías. Eso, pues, necesito olvidarlo, porque esta noche quiero amor.
Que metieran a Juan López de Uralde en la cárcel, en Copenhague. Lo saquen o no, el delito fue detenerle. Nos dio voz, a través de Greenpeace en acción, defendió lo evidente, lo dolorosamente obvio. En esa carísima pantomima destinada a que los participantes salvaran la cara, más de uno de ellos debió haber sido condenado a realizar trabajos comunitarios. Y otros, a prisión, por depredadores del planeta. Me urge olvidar esa Dinamarca. Para ayudarme, esta Noche de final y principio pensaré en dos daneses imprescindibles: Isak Dinesen y Hans Christian Andersen.
Necesito olvidar algo que, durante las últimas semanas, me ha paralizado de temor. No he conseguido averiguar en que compañía aérea viaja el señor Díaz Ferrán. ¿Se desplaza en avión privado, propio o ajeno? ¿O no? Yo tengo pánico a volar. Sólo me faltaría coincidir con él en un avión, aunque nos separara la cortinilla de la lucha de clases. Olvidaré esta sordidez moral y estética porque no deseo que la ira se me atragante antes que las uvas.
Les deseo el olvido. Por esta noche.
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