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Reportaje:La emoción vuelve a la F-1

Ross Brawn cierra el círculo

En un año, el ingeniero compra el equipo Honda por un euro, lo revende a Mercedes por 123 millones y ficha a Schumacher, con quien acumula siete títulos mundiales

Oriol Puigdemont

El cinco de diciembre del año pasado, Takeo Kukui, presidente y director ejecutivo de Honda Motor, anunció que el constructor japonés se retiraba del Campeonato del Mundo de Fórmula 1 acorralado por los ingentes costes que conlleva esta competición (en 2008 se gastó 318 millones de euros). Tres meses después, Ross Brawn, que hasta entonces ocupaba el cargo de director técnico de Honda, compró todas las acciones de la escudería por un euro. Doce horas después del anuncio, el BGP 001 daba sus primeras vueltas por el circuito de Silverstone. Su aspecto austero (salió a la pista pintado de blanco y limpio de patrocinadores) tenía trampa: nadie de los que asistieron a su bautizo intuyó, ni de lejos, que se encontraba delante de la máquina más perfecta de la parrilla, un monoplaza capaz de ganar ocho carreras de 17 (seis de ellas Jenson Button y dos Rubens Barrichello) y 15 podios, y de proclamarse campeón del mundo de pilotos, con el británico, y de constructores. El ingeniero llevaba trabajando en el coche desde mediados de 2008, cuando ya dejó claro a los ejecutivos de Honda que el prototipo que tenían entre manos no servía para nada y que era mucho más inteligente centrarse en el del año siguiente, que iba a tener que adaptarse a multitud de cambios técnicos previstos en el reglamento. En ese sentido, su papel como delegado técnico de la Asociación de Equipos (FOTA) fue determinante a la hora de encontrar una grieta en el apartado referente a los difusores dobles, el elemento más determinante de esta temporada.

Las conquistas del 'Kaiser' no se entienden sin recalcar el papel de Brawn
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El éxito cosechado a final de curso por el equipo despertó el interés de Mercedes, que hace poco más de un mes le compró a Brawn el 45% de la estructura por 123 millones de euros -Aabar Investments, una empresa de Abu Dabi, posee otro 30%, mientras que el propio Brawn y Nick Fry, director ejecutivo, mantienen el 25% restante-. El fichaje de Michael Schumacher, por su parte, esconde una alta carga simbólica y supone que Brawn, a sus 55 años, cierre un círculo que abrió hace 15, en 1994, cuando el alemán se proclamó campeón por primera vez, a los mandos de un Benetton y con él como principal estratega. Las conquistas del Kaiser no pueden entenderse sin recalcar el papel de Brawn, que se fue con él a Ferrari en 1996, donde, juntos, ganaron otros cinco títulos mundiales consecutivos (entre 2000 y 2005). "Brawn es el mejor y Benetton es el mejor ejemplo de ello. Era una escudería de segunda fila y cuando llegó él comenzó a cambiar. Dimos un gran paso adelante y con él gané dos títulos", le piropea Schumi.

En su nueva etapa en Mercedes GP, el corredor se va a encontrar a un equipo campeón, más motivado que nunca, que, además, contará con el respaldo de una gran marca que pretende dar un paso adelante y pasar de ser un mero segundón a la sombra de McLaren, a asumir un papel protagonista. El equipo británico y el fabricante alemán llevan juntos desde 1995, pero las relaciones entre ambos se han ido tensando hasta que Mercedes ha visto la oportunidad de enfilar su propio camino sin la necesidad de rendir cuentas -seguirá proporcionando los motores a McLaren, al menos hasta 2015-. La explosión la ha provocado el McLaren MP4-12C, el nuevo superdeportivo de calle presentado este año por la marca de las flechas plateadas, una maravilla con chasis de fibra de carbono que cuesta un ojo de la cara (entre 170.000 y 190.000 euros), que ha dejado de lado el motor Mercedes para incorporar uno de la propia marca de Woking.

Schumacher escucha las instrucciones de Ross Brawn, su director técnico, en el GP de Bélgica de 1998, cuando ambos estaban en Ferrari.
Schumacher escucha las instrucciones de Ross Brawn, su director técnico, en el GP de Bélgica de 1998, cuando ambos estaban en Ferrari.REUTERS

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