Esteban Arriaga, un pintor de la mar
Acaba de cruzar el horizonte rumbo al infinito -el 6 de diciembre, a los 87 años- uno de los pintores más queridos y prolíficos de nuestros días. Alguien que pertenece a la categoría de los grandes hombres de su generación. Recuerdo las gratas reuniones con él y su mujer Mayna en nuestra Málaga querida. Les enseñé los murales que estaba pintando en la ermita de Los Remedios de Vélez-Málaga. Él me habló del mural que terminaba en la parroquia Virgen del Carmen de Benalmádena y del conflicto que se generó al enfrentar sus derechos de autor contra el derecho canónico. Tuvo una existencia tan intensa que cada historia que contaba, con gran humor y pasión, se convertía en una irrepetible aventura.
Nacido en 1922 en Santa Cruz de Tenerife, su carrera de marino cimentó para siempre su amor por el mar y le proporcionó su inquietud viajera, embarcado siempre con los bártulos de pintura. Contaba que en una ocasión se quedó sin lienzos a bordo de una corbeta e hizo una estupenda marina en la puerta de su camarote. Cuando llegó el barco a puerto, el comandante, que acababa ese destino, pidió que cambiaran la puerta y se la llevó como recuerdo.
Aunque uno de sus episodios más interesantes fue cuando estuvo preso en las islas Malvinas, a las que llegó desde Buenos Aires durante la invasión argentina. Le confundieron con un espía extranjero y, como era jefe de la Armada española, se resistió a entrar en el calabozo, exigiendo a soldados y oficiales que le trataran como a un superior. Al seguir viaje se convirtió en una de las pocas personas que conocen el extremo más recóndito del cabo de Hornos. Tenerife, Nueva York, Madrid y Málaga, ésta con tradición de grandes marinistas, fueron su ámbito de vida y trabajo, pero sus cuadros se expusieron en galerías y museos de medio mundo, aficionado como era a viajar y abrirse camino en América y Europa.
Pintar el mar, extraer de la mar su belleza sin artificio y su verdad con poesía era una cualidad innata en Esteban, que nos deja una inmensa obra con las más bellas ventanas al mar. Acaba de morir un hombre bueno, gran luchador por la vida, por su familia y su obra. Entrañable, generoso y leal, amante de la épica amistosa y de la ética familiar, auténtico espejo de caballeros formados en la enseñanza de la conducta más estricta.
Tu amigo.
Evaristo Guerra es pintor.
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