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Reportaje:

Mucho más que una melena

La actriz María Castro es una mujer comprometida. "Cada uno debería aportar algo para ayudar a los demás", opina

Es pura alegría. Ha hecho del buen humor su carta de presentación. Y eso a pesar de que en los últimos días no ha dormido casi nada. María Castro (Vigo, 1981) está que no para. Hace tres semanas ganó el premio Ondas a la mejor actriz de ficción por su papel en Sin tetas no hay paraíso. Compagina los rodajes de la teleserie con la preparación de su debut en teatro. Además estudia y colabora con todas las causas solidarias que puede. Y estira el poco tiempo libre que le queda para viajar cada fin de semana a Vigo a ver a su familia. "Vuelvo agotada de cuerpo, pero recuperada de espíritu", explica. De hecho el trofeo del Ondas está expuesto en su piso vigués, desde que consiguió recuperarlo de la casa de sus padres. "La primera semana me lo secuestraron ellos", cuenta entre risas.

Tiene dos carreras y está terminando la tercera, la de periodismo
Su fama le sirve para llamar la atención sobre problemas como el del Sáhara
"Mi madre siempre dice que la guapa es mi hermana", explica divertida

El tópico de la cara bonita desaparace de un plumazo con un simple vistazo a su currículum. Reconoce que siempre fue "muy estudiosa y disciplinada, a veces demasiado perfeccionista". Estudió educación física en el INEF y magisterio, y todavía le quedan fuerzas para ir a por la tercera carrera: si todo va bien, en poco tiempo acabará la de periodismo. Habla inglés e incluso llegó a ejercer como profesora de educación física en un instituto pontevedrés. Ha hecho tantas cosas en su vida que le cuesta recordarlas. De pequeña competía en gimnasia rítmica, algo que, según ella, le inculcó la cultura del esfuerzo. Poco después irrumpió en el mundo del espectáculo, donde, además de actriz, trabajó como modelo y presentadora. "Siempre hice muchas cosas porque no me gusta cerrar puertas, y quiero decidir en cada momento a qué me quiero dedicar", dice.

María hace malabarismos con su tiempo para estar aquí y allá. Pero en su agenda siempre hay hueco para una cosa: el compromiso social. Al hablar de esto se pone seria por primera y única vez. Aprovecha su fama para llamar la atención sobre determinados problemas. "Una campaña solidaria en la que salga un rostro conocido llama mucho más la atención de la gente", asegura. Por eso colabora con varias asociaciones, e insiste en que siempre que se la necesite estará ahí para ayudar. La semana pasada participó en el concierto benéfico X1Fin, juntos por el Sáhara, en el que actores y cantantes unieron fuerzas para ayudar a los refugiados de los campamentos saharauis. También ha cedido su imagen para un calendario solidario a favor de los derechos de la infancia elaborado por la Fundación SOS. Otra de las asociaciones que cuenta con su apoyo es la Fundación Andrea, con sede en Ourense, que trabaja por la integración de los niños con parálisis cerebral. "Soy una gran amante de los niños, por eso me vuelco especialmente con ese tema", explica. Participa y participó en muchas otras iniciativas, como la Campaña para el Trastorno Bipolar o la de la Xunta contra los malos tratos.

Ésa es su contribución, y cree que cada uno debería aportar algo para ayudar a los demás. Porque, según ella, hay que ser consciente de que "hoy tienes una vida buena, pero a tu alrededor hay gente que lo pasa mal y tú podrías acabar así también".

Frases como ésta son las que confirman que María tiene los pies en la tierra. Su escalada hacia el éxito fue rápida y sólida, hasta llegar a la cima del premio Ondas. El salto fue vertiginoso: de interpretar a la dulce Pauliña de Pratos Combinados a la devorahombres Jessi de Sin tetas no hay paraíso, que ha ido ganando protagonismo capítulo tras capítulo. "En mi caso tuve que mudarme a Madrid para trabajar, pero no siempre es necesario salir de Galicia para tener oportunidades laborales", asegura, y aclara que "no es más importante un actor madrileño que uno gallego". Lleva más de tres años viviendo en la capital, pero conserva intacto su acento y habla un gallego perfecto.

La actriz tiene claro qué fue lo más difícil de todos esos cambios: separarse de su familia y de su novio. Ellos son los pilares de su vida y los que la ayudan a mantener la cabeza fría. Y por si algún día se le olvida de dónde viene, ahí están sus seguidores para recordárselo. "Cuando voy por la calle en Galicia me siguen llamando Pauliña, ni siquiera la Jessi del Duque ha conseguido desbancarla", cuenta divertida.

Tampoco se ha creído su fama de mito erótico para gran parte del público. No se considera una mujer explosiva. "Lo del pelo es normal que lo digan porque salí en la tele en un anuncio de champú", explica. Una vez más aparece su madre en escena: "Ella siempre me dice que la guapa es mi hermana". Y María apoya totalmente esa idea: "Yo prefiero que me digan que soy muy riquiña".

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