El orgullo del extrarradio
El Canto del Loco 'revienta' el Palacio de los Deportes con su rock juvenil
Reconozcámoslo antes de nada, aun a riesgo de que a algún lector se le hiele el rictus: resulta difícil no sentir simpatía por Dani Martín. En serio. El chaval es buena gente, charla con los tenderos, cede el asiento en el autobús y participa en las campañas contra la violencia de género. Conserva los mismos amigotes que antes de copar portadas anuales en revistas para público abrumado por las dentelladas del acné. Ha sabido alimentar una imagen de malote-barrial-pero-sensible que tanto excita la curiosidad femenina e inquieta a tantos muchachos en fase de indefinición sexual. Y además, qué demonios, tiene los ojos verdosos, no va al gimnasio y es del Atleti. No son antecedentes irreprochables, pero admitan que el chico se merece el beneficio de la duda. Dani debe de ser un aliado potable para compartir birritas y una de patatas con alioli. El cronista no lo ha comprobado, porque tampoco entra en sus prioridades. Pero no piensa acudir al confesionario en caso contrario.
El Canto del Loco
Dani Martín (voz), David Otero (guitarras), Chema Ruiz (bajo), Carlos Gamón (batería). Palacio de Deportes. De 27,50 a 32 euros. Lleno (14.000 espectadores). Madrid, 29 de octubre.
Son himnos sobre traumas que acontecen entre la ESO y la selectividad
Con eso de ejercer el buenrollismo, el colegueo sanote y la autenticidad a pie de acera, Martín, su primo David y el amigo Chema se han ganado un público que convierte sus conciertos en un enjambre de brazos. Son autores de dos docenas de himnos sobre ardores amorosos, amistades volubles, pérdidas supurantes y demás traumas que acontecen en la vida entre la primera evaluación de la ESO y la selectividad. Anoche, otra vez ante un Palacio a reventar, se repetió el ritual acostumbrado: la mitad del aforo le habría presentado al cantante propuesta formal de matrimonio, el 40% se conformaría con un revolcón y los pocos maduritos restantes le harían hueco en la familia como yerno razonable.
El problema surge cuando, más allá de esa fachada de chicos íntegros, descubrimos que a los locos les preocupa el acceso a los garitos en calzado deportivo (aunque las zapas sean de marca); y que su entrada en la edad madura, concienciada y responsable, se produce al compás de un estribillo sobre ser tonto. No, Martín aún no pega como ideólogo humanista, sino como agitador de hormonas. Mal que le pese. Y su primo sigue teniendo una voz atipladísima.
Les redime ante sus fieles ese porte cheli ("somos así de chulos, sacamos dos discos el mismo día", Martín dixit), tan resultón en estos días de exaltación alcorconera. Dani saca pecho, apela al orgullo del extrarradio y, a este paso, terminará siendo un buen candidato de consenso para presidir Caja Madrid. Mientras tanto, no seremos nosotros quienes soltemos la lagrimita porque la gira que ahora concluye se titule Hasta luego. Podremos sobrevivir a una temporada.
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