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Crónica:Octava jornada de Liga
Crónica
Texto informativo con interpretación

Esplendor en la hierba

El Barça recupera su mejor versión y con un juego espléndido arrolla al Zaragoza

Ramon Besa

A las penas, puñaladas, y ante la duda, goleada. Al Barcelona le encantan los retos y ayer se le pedía una respuesta inequívoca a la derrota contra el Rubin Kazán y al empate de Mestalla, como si la excelencia obligara a resolver los partidos con la gorra en medio de un guateque, imposible desafinar. Los azulgrana contestaron a los síntomas de flaqueza con media docena de goles exquisitos al Zaragoza. La suya fue una actuación solemne, en la línea de las mejores de la temporada pasada, cuando se anunciaba el triplete.

No hay equipo más generoso con el fútbol que el Barça, protagonista de partidos memorables, tan respetuoso con el adversario como con el balón, reconocible hasta en las situaciones más adversas. Al Barça difícilmente se le consiente jugar mal porque se sabe de sobra que juega muy bien, de manera que cuando no está fino se siente tan culpable como víctima: culpable por no cumplir con sus propias exigencias y víctima por el acoso de los rivales, que advierten en cada encuentro no ganado la señal de que el fin de su reinado está cerca.

BARCELONA 6 - ZARAGOZA 1

Barcelona: Valdés; Puyol, Piqué (Márquez, m. 71), Chigrinski, Maxwell; Xavi (Jeffren, m. 81), Busquets, Keita; Messi, Ibrahimovic (Bojan, m. 71) e Iniesta. No utilizados: Pinto, Abidal, Touré y Pedro.

Zaragoza: Carrizo; Pulido, Amo, Pavón, Paredes; Abel Aguilar, Gabi; Pennant (Lafita, m. 60), Herrera (Songo'o, m. 78), Jorge López; y Arizmendi (Ewerthon, m. 67). No utilizados: López Vallejo, Borque, Babic y Laguardia.

Goles: 1-0. M. 24. Keita. 2-0. M. 28. Ibrahimovic. 3-0. M. 41. Keita. 4-0. M. 55. Ibrahimovic. 4-1. M. 77. Jorge López. 5-1. M. 79. Messi. 6-1. M. 85. Keita.

Árbitro: Paradas Romero. Mostró la cartulina amarilla a Gabi, Abel Aguilar.

Camp Nou. 75.653 espectadores.

Todos los deseos del barcelonismo se cumplieron, incluso el gol de Messi
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El partido fue tan terapéutico para la afición azulgrana como disuasorio para sus enemigos. Adiós tristeza. Prendió de nuevo la mecha del fútbol en el estadio. Volvió a sonar la orquesta y los violines combinaron tan bien con los percusionistas que salió un encuentro redondo. La jornada no se acabó hasta que marcó Messi, como debía ser para que la fiesta fuera completa, después de un triplete de Keita y una exhibición de Ibracadabra Ibrahimovic, símbolo de la contienda porque expresó las virtudes del Barça.

Agradeció el Barça también la alineación de Busquets como volante central y la posición de Iniesta en el extremo izquierdo porque mejoraron la mecánica del juego del equipo y permitieron que volviera a funcionar la pareja Ibrahimovic-Messi, dos futbolistas excelentes en lo suyo y que, a cambio, no siempre mezclan bien. Anoche jamás se estorbaron, sino que se entendieron, siempre bien, apoyados por los volantes, punto final de una excelente actuación coral.

Alrededor de la figura de Ibrahimovic, asistente cuando jugaba de espaldas y liquidador en el momento que encaraba la portería, el Barça desplegó un futbol sensacional, rematado en la primera media hora con dos goles a balón parado, uno a la salida de un córner y el segundo en un libre directo transformado por el propio delantero sueco con un remate que dobló las manos de Carrizo. Así de caprichosos son los guiños del fútbol. El equipo más armónico del último mes había necesitado de las jugadas de estrategia para marcar las diferencias.

El tercer gol se agradeció precisamente porque premió el sincronizado fútbol colectivo azulgrana, siempre aseado, bien trenzado y, a menudo, rematado a gol: Xavi profundizó para Ibrahimovic, desmarcado en el flanco izquierdo, y el centro del delantero al segundo palo lo puso Keita en la red. Llegado el descanso, la hinchada se felicitaba por el reencuentro con su añorado equipo, de nuevo admirable, otra vez goleador, cosa que últimamente había sido cuestionada por los resultados.

A un toque, los azulgrana se arrancaban desde su cancha con una ofensiva tan armónica como veloz. La línea de pase quedó marcada de área a área tanto para el rival como para el público. Busquets se plantó como un libre para dar salida a la pelota e Ibrahimovic remató en el portal aragonés la jugada tejida por los interiores, los extremos y los laterales. Los movimientos de los delanteros fueron tan nítidos como las llegadas de la segunda línea, personificada en Keita, un jugador extraordinario por su capacidad para leer el fútbol de su equipo.

Acostumbrados a enfilar por la derecha, los barcelonistas alcanzaron a menudo la cancha contraria por la izquierda con Maxwell e Iniesta. El juego tuvo ritmo, la circulación de la pelota fue alta y los detalles de los futbolistas resultaron exquisitos: la aceleración de Messi, la sutileza de Iniesta, la profundidad de Xavi, el repertorio de Ibrahimovic, la naturalidad de Busquets. Todos los deseos del barcelonismo se cumplieron, incluso el gol de Messi. Fue la mejor manera de coronar un partido perfecto desde el punto de vista del Barça. Bien posicionado, con los extremos y volantes abiertos, el campo volvió a ser ancho para que el equipo jugara profundo. La velocidad de ejecución fue alta y el efecto del pase multiplicador resultó devastador para el Zaragoza. Desde la ambición, la intensidad y el acierto, el Barça se regaló una noche a pedir de boca: completó su mejor partido en el momento en que más se murmuraba sobre su fútbol.

Ibrahimovic celebra su gol de falta, el segundo del Barça, ante Xavi y Messi.
Ibrahimovic celebra su gol de falta, el segundo del Barça, ante Xavi y Messi.VICENS GIMÉNEZ

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Sobre la firma

Ramon Besa
Redactor jefe de deportes en Barcelona. Licenciado en periodismo, doctor honoris causa por la Universitat de Vic y profesor de Blanquerna. Colaborador de la Cadena Ser y de Catalunya Ràdio. Anteriormente trabajó en El 9 Nou y el diari Avui. Medalla de bronce al mérito deportivo junto con José Sámano en 2013. Premio Vázquez Montalbán.

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