ANÁLISIS

Palabras o euros

Cuando una decisión política chirría se pueden hacer dos cosas: revisarla o achacarla al manido error de comunicación. Tras recortar el presupuesto de Ciencia, el Gobierno se embarca en el "vamos a explicarlo bien". Y lo explica recurriendo a una contabilidad imaginativa, mezclando subvenciones con préstamos; presentando a los organismos públicos investigadores como algo rebosante de "remanentes"; en definitiva, generando confusión.

Lo que Ciencia llama "ausencia de un crecimiento expansivo" es un recorte del 15%, el mayor dentro del Gobierno, según el proyecto de ley presentado en las ...

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Cuando una decisión política chirría se pueden hacer dos cosas: revisarla o achacarla al manido error de comunicación. Tras recortar el presupuesto de Ciencia, el Gobierno se embarca en el "vamos a explicarlo bien". Y lo explica recurriendo a una contabilidad imaginativa, mezclando subvenciones con préstamos; presentando a los organismos públicos investigadores como algo rebosante de "remanentes"; en definitiva, generando confusión.

Lo que Ciencia llama "ausencia de un crecimiento expansivo" es un recorte del 15%, el mayor dentro del Gobierno, según el proyecto de ley presentado en las Cortes. Ése es su presupuesto no financiero, el que durante décadas se ha considerado (por los gobiernos, por los expertos, por los medios) la mejor referencia de cómo se ordena el gasto público. Pese a ello, Ciencia pone, quita y reordena partidas hasta poder afirmar que su presupuesto "global" sube un 0,2%.

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No es lo mismo dar dinero que prestarlo. Lo que se da para I+D baja se mida como se mida. Los préstamos, que sí crecen, financian sobre todo a empresas innovadoras (un concepto cada vez más amplio porque han desaparecido otras formas de inyectar dinero en la industria); no a los científicos.

Si la situación no permitía hacer otra cosa era más honesto reconocerlo así. Puede discutirse si el dinero escaso se aprovecha mejor en los laboratorios o en la industria. Lo chocante es anticipar un cambio en el patrón de crecimiento, anunciar que la I+D relevará al ladrillo como motor del país, preparar una rimbombante Ley de Economía Sostenible para apuntalar el nuevo modelo y, a la hora de repartir los euros, recortar lo que se iba a potenciar. El error, como mínimo, fue dejar que la ciencia se hiciera ilusiones.

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