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Se reincorpora el cocinero Ricard Camarena a la gastronomía activa una vez acabadas las obras de su nuevo restaurante en Valencia.

Casi ocioso es pregonar las calidades que atesora en su cocina, dado que desde su restaurante de Gandía, o desde su concepción de los platos en el más reciente Fudd, nos ha mostrado las infinitas posibilidades que arroja la unión de la gastronomía clásica y popular valenciana con las nuevas formas de preparación, adecuadas para habilitarla al estómago y el paladar. Tómense los mismos productos y añádanse nuevos criterios para cocinarlos y combinarlos, y además reflexiónese sobre las posibilidades que nos brindan para formar una comida suficiente, en la que los pesos y medidas estén ajustados de acuerdo con el fin perseguido, que sin duda es el comer, pero que se matiza en función del día y de la hora, la estación del año o la ocupación del comensal.

A imitación de la imparable tendencia en todo el mundo, y en especial en las grandes capitales europeas, de diferenciar la carta de los restaurantes según su propósito sea adecuar una comida ligera de mediodía o una propuesta más amplia e imaginativa para las cenas y otras señaladas ocasiones, en Arrop Valencia se proponen atraer al comensal que pretende una ligera pero brillante colación por el precio de 35 euros por menú -haciendo abstracción de las bebidas y otros complementos- que comprenderá distintas especialidades, como en nuestro caso fue un cremoso de boniato, foie y moscatel, un huevo frito en emulsión de tocino a la brasa -no asustarse, sutil y ligero pese al nombre-, una pescadilla a la romana con una original y suculenta ensalada que combinaba verduras crudas y finísimas judías verdes cocidas y un dulce como postre a recordar.