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Reportaje:

El último cabrero vino de África

Un angoleño mantiene vivo el pastoreo en As Forcadas, en A Serra da Queixa

Dice que tiene 49 años, 48 ovejas y cinco cabras y que cobra 55.000 pesetas de las de antes por pastorearlas durante todo el día. El ganado es de Lisardo, Jesús, Antolín e Hilario, vecinos de As Forcadas, en el ayuntamiento orensano de Chandrexa de Queixa. El pastor es João Almeida, angoleño de Huila.

"Casi no me llega para pagar el seguro, pero me lavan la ropa y me dan de comer", dice Almeida, que lleva 25 años en Galicia. Antes fue pastor en Pedrafita y Maceda, adonde llegó desde Portugal. Huyendo de la guerra, la metrópoli fue su primer destino: "Yo trabajaba de peón en Chaves por un litro de caldo, pero no era suficiente... Allí no hay respeto ninguno, entraba en un bar y todo eran peleas por ser angoleño. Por encima de mi cabeza nadie pasa".

Trabaja entre ocho y doce horas diarias vigilando rebaños en As Piornizas
Su jefe dice que es "educado" y, hace años, muy amigo de las farras

En Chandrexa, con 700 habitantes repartidos en 18 parroquias, un paraíso etnográfico donde el primer concejal que no es del PP llegó en 2003 -para disgusto del alcalde, Francisco Rodríguez, que peinó telefónicamente el censo para evitarlo-, Almeida ha cultivado otros vínculos. Tiene un hijo gallego, aunque la relación con la familia de la novia está por labrar. Salió en Un país en la mochila, de José Antonio Labordeta. El filósofo y etnólogo Emilio Araúxo le hace visitas regularmente, y el actor Patxi Bisquert, que regenta la casa rural Eguzkilore en Nogueira de Ramuín, piensa en él como protagonista indirecto de un documental.

Con una bota de vino para aliviar el trabajo, Almeida no aclara qué le pasa por la cabeza cada día, a turnos de entre ocho y 12 horas diarias, en As Piornizas, entre ovejas y cabras, pero sí cómo inventa relaciones con el paisaje de la Serra de Queixa y con los vecinos que pasan por allí. Entre capudres, carqueixas y gavilanes, Almeida tuvo necesidad de nombrar. A los animales -Mariana, Cabra y Caterina, "las preferidas"- y a los paisanos. El más famoso de todos se llama O Demo, por su talento para insultar más o menos amigablemente. "Viene todas las mañanas y nos ponemos a hablar, pero todo depende de lo encendido que llegue. Porque O Demo, estar de broma, o carallo". Es llegar O Demo y empezar una regueifa con saludo, deseos de buena suerte e insultos racistas y sexuales a 100 metros de distancia.

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Almeida identifica los amanzois -las esculturas de piedra que usaban los pastores para orientarse, todavía en pie- e indica el nacimiento del río Zenza para enfriar el vino de los visitantes. No echa de menos la planicie de Huila. "¿Extrañar? En As Forcadas hay dos solteros, y todavía ayer fuimos a Trives y a Ourense". Los vecinos de fin de semana también le han adoptado. "Gallegos y portugueses son hermanos", dice conservando el sotaque. "Nos entendemos bien porque hablamos lo mismo, aunque yo al llegar sólo comprendía a los viejos".

Hilario Blanco, de 88 años, es uno de los veteranos que hospedaron a Almeida nada más llegar. Al lado de su casa, en As Forcadas, habilitó un chilote para el pastor angoleño. "En 20 años aquí no habrá ni vacas ni personas". En Chandrexa casi la mitad de la población vive del campo, pero al campo ya no hay quien vaya. Sólo un nacimiento compensó las 16 defunciones de 2007. El Centro da Identidade de Celeiros, cabeza del ayuntamiento, comparte espacio con el asilo y el hogar del pensionista. Hablando de Almeida, es comprensivo y exigente: "Nosotros lo tenemos limpio y bien comido, la soldada no es grande, pero un porcentaje de las cabezas es suyo, a veces vende un cordero... Luego es muy educado, pero un buen pastor tiene que tener rubixe

[prever cambios en las zonas de pasto] de lo que lleva por delante y llamar al ganado a su hora, si no las ovejas van amoando si salen muy tarde". Las anécdotas de la llegada de Almeida son numerosas, sobre todo por las noches. "Antes le gustaba mucho la farra, y yendo a Pedrafita se perdió. Iba sin foco, pensando que habría caminos".

La época en la que se hacían botas de cinco litros para ir al monte no volverá, lamenta Blanco, consciente de que el turismo rural y las rutas de senderismo no fijan población. O sí, aunque no haya labradores. "A veces pasa algún montañero y pregunta por dónde se va a la sierra. Tienes que decirle que a la sierra se va por muchos sitios".

A Blanco todavía le gusta hablar de Mario de Langullo, el maquis de Manzaneda, al que conoció personalmente. Su memoria de la guerra reúne en As Forcadas a los historiadores jóvenes, pero ahora no quiere mostrar tendencias "políticas". Durante diez años fue pedáneo en As Forcadas, y allí vivió la absorción de Centristas de Galicia por el PP. "La votación es secreta y las ideas también, igual te estás confesando con un contrario". Acaba de llegar su nieto y no hay conflicto lingüístico, pero sí lenguas en contacto.

João Almeida, con su rebaño y su perro en los campos del macizo orensano.
João Almeida, con su rebaño y su perro en los campos del macizo orensano.DIEGO LEMOS

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