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Reportaje:

Mamá Clijsters, sin vértigo

Tras más de dos años retirada, la belga gana el Abierto de EE UUy es la 19ª del mundo pese a no tener 'ranking' al inicio del torneo

En la liturgia previa a la final femenina del Abierto de Estados Unidos, Kim Clijsters no tiene tiempo de pensar en los signos que según ella le vienen avisando sobre la presencia de su padre fallecido; en que lleva sólo tres torneos desde que volvió a competir tras 27 meses retirada, y en que Caroline Wozniacki, la rival que le espera, es tenista de rompe y rasga: Clijsters tiene que sentarse delante del televisor a ver Ice Age, porque así se lo exige su hija Jada. Horas después, esa niña rubia con chupete rosa se mira maravillada en las pantallas gigantes del estadio y posa ante los fotógrafos sin saber lo que está pasando: que su madre acaba de ganar su segundo título grande. Clijsters, de 26 años, venció a Wozniacki por 7-5 y 6-3, la primera madre campeona desde Evonne Goolagong (Wimbledon, 1980). Puede ser una victoria catártica. Demuestra que algo falla, que algo falta, en el tenis femenino, que le dio al mundo una infinita lista de brillantes campeonas (Suzanne Lenglen, Margaret Court, Billie Jean King, Martina Navratilova, Steffi Graf, las hermanas Williams, entre muchas otras) y hoy las echa en falta.

La campeona sólo lleva 14 partidos jugados desde que volvió a las pistas

"Antes", reflexionó Clijsters; "cuando yo jugaba contra Justine Henin, o las Williams entre ellas, había gente que se quejaba, que decía que todo se repetía. Ahora hay muchas jugadoras con talento, jóvenes, pero les falta consistencia... aunque no creo que haya nada de lo que preocuparse", cerró.

Un dato contradice a la campeona y una opinión explica su éxito. Clijsters lleva tres torneos disputados y 14 partidos jugados desde que volvió a las pistas: no tenía ranking y, de repente, ya ha ganado un grande, se ha deshecho en él de Venus y Serena Williams, las grandes dominadoras del circuito, y es la número 19 del mundo. Una cosa lo explica todo. "La cabeza", decía Conchita Martínez, ex campeona de Wimbledon. "La nueva generación no tiene el poder de su mente", contaba Carl Maes, ex entrenador de Clijsters. "La cabeza", volvía a decir ella. "Soy más capaz ahora de ajustar mis emociones, de leerlas", continuaba. "Parece surrealista que haya ganado mi segundo grande en el tercer torneo que juego tras mi vuelta. No era ése el plan".

Hay quien ofrece otras explicaciones, quien habla del reordenamiento de las prioridades de la belga, una tenista que había perdido tres finales y dos semifinales grandes, con vértigo competitivo, y a la que tener una hija y formar una familia habría puesto las cosas en perspectiva. Una cosa está clara: Clijsters tiene el mérito de haber logrado algo casi imposible y de poner la primera pata a otra que podría parecerlo en el competitivo mundo del deporte del siglo XXI. Al cierre de esta edición, Roger Federer, que venció a Novak Djokovic en semifinales (7-6, 7-5 y 7-5) buscaba su sexto título seguido del Abierto de Estados Unidos contra Juan Martín del Potro. Nueva York derriba mitos de la competición: La Gran Manzana puede coronar a dos padres campeones en el mismo año.

Kim Clijsters, con el trofeo de ganadora y con su hija Jada.
Kim Clijsters, con el trofeo de ganadora y con su hija Jada.AFP

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