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Bronca de 'choros' y 'chichilargos'

Los políticos de Mijas y Fuengirola viven un enfrentamiento intermitente

Fernando J. Pérez

Un inoportuno escape de cloro ha reavivado la bronca histórica entre los políticos de Fuengirola y Mijas, dos municipios separados desde 1841 pero a los que el urbanismo lisérgico de la Costa del Sol ha unido para siempre como hermanos siameses. Las emanaciones de gases tóxicos, debidos a unas bombonas en mal estado, ocurrieron el pasado domingo en los bajos del número 37 de la calle Molino de Viento, perteneciente a Fuengirola. Sin embargo, sus efectos, en forma de molestias respiratorias y desalojo preventivo, los padecieron 50 vecinos de los números 5 y 6 de la misma calle. El problema es que estos bloques pertenecen a Las Lagunas, en el término municipal de Mijas. Y aquí ya la tenemos liada.

Mijas tiene un término municipal 18 veces mayor que Fuengirola
El urbanismo caótico ha unido para siempre a las dos localidades
Oña propuso crear un parque de bomberos conjunto: aún espera respuesta
Un escape de cloro en la frontera de los dos pueblos causó el último conflicto

El Ayuntamiento de Mijas, presidido por el socialista Antonio Sánchez, no tardó ni un día en acusar al de Fuengirola de "negligencia". La regidora fuengiroleña, Esperanza Oña (PP), calificó de "escabroso" que su homólogo mijeño "aprovechara un incidente sin consecuencias para, en lugar de alegrarse, empezar a elucubrar sobre responsabilidades".

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El del escape de cloro constituye el penúltimo enfrentamiento entre ambas ciudades. Las rencillas añejas entre las poblaciones autóctonas y la peculiar distribución espacial de ambas localidades -Fuengirola, con 69.000 habitantes apiñados en 10 kilómetros cuadrados, y Mijas, 18 veces más extenso y con las urbanizaciones desparramándose desde el monte hasta la playa- han generado en las últimas décadas no pocos problemas de vecindad.

Para comprender el desencuentro es inevitable acudir a la historia. El 30 de enero de 1841, Fuengirola, un barrio de pescadores con apenas mil habitantes y zona residencial de familias ricas, se emancipó de Mijas pueblo, el núcleo primigenio, que era, en cambio, la parte campesina. "Las familias pudientes de Fuengirola buscaban pagar menos contribución y luego, en los años 40, las reformas agrarias, la posguerra y el hambre crearon cierto encono entre ambos pueblos", afirma el concejal del PP de Mijas Ángel Nozal. En esta época se hicieron comunes dos epítetos cruzados: los de Fuengirola llamaban a los mijeños chichilargos y estos les respondieron con el apelativo choros.

La rivalidad entre ambos pueblos le supuso a Nozal su primer traspiés político. "En 1984 yo era concejal de Cementerios y en Mijas Pueblo nos quedamos sin espacio para tumbas y nichos. Tuve la infeliz idea de sugerir a la gente que bajara a enterrar a sus muertos al cementerio de Fuengirola. Casi me comen", recuerda.

La llegada masiva de población extranjera -más del 40% de los empadronados en Mijas- diluyó el enfrentamiento. "Ahora Fuengirola tiene 69.000 y Mijas Pueblo tiene 9.000 -aunque los núcleos costeros y las urbanizaciones elevan el padrón mijeño a 70.000 personas-. Ahora, en muchas ocasiones, los dos pueblos conviven como uno solo. "Es una especie de Fuengimijas o Mijirola", describe Nozal. "Para los mijeños, ir a Fuengirola es "bajar al centro", y las fiestas de la Virgen de la Vega, en Mijas, se llenan cada 8 de septiembre de fuengiroleños. La enemistad entre los habitantes está más que superada y queda muy lejos", añade el edil popular.

Pese a que no son pocos los ediles de Mijas que viven en Fuengirola y viceversa, las disfunciones de origen político permanecen. El caso más gráfico es la calle La Unión, donde los números pares pertenecen a Mijas y los impares a Fuengirola. En esta vía totalmente urbana, los vecinos pagan diferentes tasas. El ex alcalde mijeño Antonio Maldonado recuerda que cuando en los años ochenta implantaron un sistema de becas para dar a los niños libros de texto gratis, la gente se empadronó en el lado impar de la calle. "En nuestro lado había cuatro niños por familia y en el de Fuengirola 0,5 niños", asegura.

Desde su emancipación, Fuengirola ha tratado de ampliar su término municipal -a costa de Mijas- en al menos siete ocasiones. La última fue en 1991. La recién elegida Esperanza Oña reclamó más territorio para su constreñido municipio. "Le envié dos macetas llenas de tierra de Mijas con una nota en la que le decía que esa era la única tierra de Mijas que iba a tener Fuengirola", rememora el ex regidor Maldonado. "La verdad es que de la ocurrencia de Oña, a la que respeto profundamente, me hizo ganar 19 de los 21 concejales con el PSOE en las elecciones de 1991". La falta de espacio ha obligado a Fuengirola a comprar parcelas en el término de Mijas para servicios esenciales como el cementerio o el parque de recogida de residuos.

Hace apenas cinco años, cuando El Corte Inglés abrió un establecimiento en la frontera de ambos municipios, Esperanza Oña envió a la Policía Local fuengiroleña para evitar que se asfaltara sin permiso municipal una acera del centro comercial. Preguntada por este periódico, Oña se limitó a contestar, a través de su gabinete de prensa, que "las relaciones entre los municipios son buenas".

"Todos colaborábamos con la situación absurda. Yo incluso llegué a estar pendiente de las tasas que aprobaba Fuengirola para ponerlas más bajas en Mijas, por puro afán propagandístico", reconoce el ex alcalde Maldonado en un ejercicio de autocrítica raro en un político.

La deuda que ahoga a ambos municipios y las molestias que sufren los ciudadanos ha hecho que empiecen empiezan a surgir voces que reclaman mayor coordinación entre ambos pueblos. De momento, Oña ha propuesto a su colega mijeño crear un parque de bomberos conjunto. Es un primer paso, pero el tema lleva un año sobre la mesa del alcalde de Mijas.

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Sobre la firma

Fernando J. Pérez
Es redactor y editor en la sección de España, con especialización en tribunales. Desde 2006 trabaja en EL PAÍS, primero en la delegación de Málaga y, desde 2013, en la redacción central. Es licenciado en Traducción y en Comunicación Audiovisual, y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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