Kengo Kuma, el arquitecto matérico
Kengo Kuma ((Kanagawa, 1954) conoció la tradición arquitectónica de su país cuando salió a dar clases en la Universidad de Columbia en Nueva York, y cuando descubrió las interpretaciones de esa cultura hechas desde ojos extranjeros. Analizando esas visiones dio con una voz propia como arquitecto, que le lleva a valorar los materiales por encima de las formas. Autor de viviendas de bambú o cristal, ha firmado también museos (Kitakami Canal, 1994), edificios de oficinas (Suntory en Tokio, 2005) y, últimamente, espacios expositivos, como el que llevó a la Trienal de Milán. El nexo entre sus trabajos es la preocupación por los materiales.
PREGUNTA. Uno de sus edificios más famosos, el Water Glass, lo diseñó pensando en el Hyuga, el único edificio que Bruno Taut levantó en Japón. Usted comparte con Taut la preocupación por la relación entre arquitectura y naturaleza. Pero interpretó esa cuestión de otra manera. ¿Cree que la arquitectura debe reinterpretar siempre los mismos temas?
"Uno de los pecados de la arquitectura del siglo XX fue utilizar los materiales como un vestido, como un maquillaje"
RESPUESTA. Creo que uno de los objetivos más importantes de la arquitectura es ese. Aunque en el siglo XX nos hayamos olvidado de otros objetivos. Hoy parece que si no resuelves la cuestión de la reinterpretación es como si no hicieras arquitectura. Hyuga fue una vivienda pionera. La visité y me impresionó. Fue cuando estaba diseñando mi casa de agua y ese descubrimiento se refleja en mi trabajo.
P. ¿La arquitectura se debe reinterpretar también desde el punto de vista material? ¿Teflón en lugar de piedra?
R. Lo peor de la arquitectura del pasado ha sido siempre el límite en los materiales empleados. Se ha trabajado con muy pocos: hormigón, acero, ladrillo y cristal. Y los materiales son una de las esencias de la arquitectura, posiblemente, la que más me interesa estudiar. Creo que nuevos materiales hacen posibles nuevas experiencias.
P. ¿Cree que la impresión y la sensación que provoca un edificio depende más de los materiales que de otros aspectos más valorados por la mayoría de arquitectos como el espacio o la luz?
R. Sí. Para mí, el material es crítico. Más importante que espacios o formas.
P. ¿Por qué?
R. El cuerpo humano es un material.
P. Pero el cuerpo humano también es una forma.
R. Claro. Pero la forma varía con las personas. El material es el mismo.
P. Usted suele elegir un solo material para cada edificio. ¿Por qué limitarse?
R. Busco experiencias intensas. La variedad de materiales en un edificio debilita su experiencia y su impacto. Me interesa la arquitectura capaz de generar recuerdos fuertes, y eso se consigue con una experiencia fuerte, que llega, a veces, de la mano de un material.
P. Cree entonces que en arquitectura limitar es fortalecer.
R. Sin duda.
P. Usted limita la elección de materiales pero rompe los volúmenes. Es decir, no elige el volumen más sencillo. ¿Por qué?
R. No me interesan los materiales que sólo funcionan en la superficie. Ése es uno de los pecados de la arquitectura del siglo XX: utilizar los materiales como un vestido, como un maquillaje. El siglo XX ha trabajado recubriendo con piedra o aluminio, forrando. A mí eso no me interesa. Prefiero exponer los materiales. Para eso debo trabajar con ellos. Rompiendo las formas los desvelo.
P. ¿Cree que pavimentar o recubrir es falsificar la arquitectura?
R. Es el método Disneylandia. Llámelo truco o falsedad, una especie de nostalgia comercial. No me interesa. Tiene muy poco que ver con la verdad.
P. ¿Qué le inclina a elegir un material?, ¿la calidad?, ¿el precio?
R. A veces, el precio. Evidentemente es más caro trabajar con un material macizo que con coberturas. Pero el precio cambia si uno, además de escuchar al lugar y observar el terreno, atiende a la cultura. Se fija en cómo se ha construido tradicionalmente en un lugar. Los mejores materiales son los autóctonos, los del lugar. Lo que sale del contexto funcionará como material. De nuevo, el método del siglo XX es contrastar el medioambiente: cristal y acero en asfalto, madera en piedra. El mío es lo contrario. No me interesa que la arquitectura contraste con el medioambiente. Me interesa que se funda con él.
P. Ésa es la tradición japonesa, ¿no?, sumarse al paisaje.
R. Los carpinteros japoneses siempre tratan de usar la madera local. La de árboles que no crecen en el lugar no les interesa. Ellos dicen que no funciona.
P. ¿Y usted lo comparte?
R. Lo creo como una ciencia. La humedad y la temperatura alteran la madera. También el transporte. Lo más razonable, y lo más económico, es utilizar materiales locales. La madera de un lugar dura más en ese lugar.
P. ¿Y lo mismo la piedra?
R. Lo mismo.
P. ¿Qué ocurre con los materiales industriales?
R. Están hechos por el hombre. Y ahí entra en juego la intuición. No tengo nada en contra de ellos, los uso con frecuencia. Un material industrial tiene cualidades que se escapan a los naturales. Por ejemplo, la ambigüedad.
P. ¿La intuición decide que algunos edificios serán de teflón y otros de piedra?
R. Sí. Cuando diseñé mi casa de plástico creí que el terreno pedía la mancha de color del plástico. Siempre trato de buscar el material apropiado para el lugar. Más que para el dueño de la casa. Porque el dueño estará mejor en una casa asentada en el lugar. Una casa funciona cuando es un sensor del paisaje.
P. ¿Era tan amigo de las tradiciones japonesas cuando vivía en Japón o tuvo que irse a la Universidad de Columbia para aprender a mirarlas?
R. De lejos se ve mejor. Cuando viví en Nueva York tenía que explicar muchas cosas de la cultura japonesa en inglés. Y eso te fuerza a mirarlas de otra manera. Si explico las mismas cosas en japonés, mis explicaciones no son científicas. Pero para hablar otro idioma uno ha de tratar de ser preciso. Y eso te obliga a sintetizar, a analizar. Y cuando analizas eres capaz de abstraer un método.
P. A veces elige un material sólido, como la piedra, y lo aligera. ¿Por qué, en esos casos, no elige trabajar con un material más ligero directamente?
R. La ligereza de los materiales me atrae y me gusta. Es evidente que al cuerpo humano no le gustan los materiales rotundos, como el hormigón. Pero eso no quiere decir que la piedra no pueda ser maravillosa. Si la aligeramos, nuestra relación con ella será más pacífica. Esta idea también se respira en mi país. Nuestras casas de madera aligeran cualquier madera. Se trata de acercarse a los materiales, de establecer con ellos una relación epidérmica.
P. Pero el hormigón puede necesitarse para fortalecer un edificio.
R. Entonces actúa como huesos, la piel es siempre suave. Pero los huesos deben ser fuertes.
P. ¿Y eso no es hacer trampa?
R. No. Eso es asegurar la estructura.
P. Además de los recubrimientos también está en contra de los edificios-caja. ¿Por qué?
R. La mitad de la arquitectura moderna son cajas: grandes y pequeñas. Si lo que la gente busca es una escultura, una caja puede llegar a serlo. Pero yo no quiero hacer esculturas en las ciudades. Me interesa más hacer agujeros: un patio, una terraza o un porche. Los agujeros invitan a entrar.
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