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Reportaje:

África toma el mando

El continente logra su récord de medallas en los Mundiales de atletismo, y Europa, su mínimo

Hay que irse a Etiopía, sufrir el calor, aguantar el desprecio de las autoridades locales, digerir que se le niegue a uno la entrada a las mejores instalaciones, buscar ayuda entre los compañeros, llamar a Meseret Defar, la campeona mundial de 5.000 metros en 2007, y asumir, siguiendo sus consejos, que lo mejor es levantarse con el día, bien temprano, al alba, y correr hacia colinas a 3.200 metros de altitud, por durísimas praderas de hierba, sufriendo. Eso es lo que hay que hacer si uno quiere ser un atleta nacido en Europa y con posibilidades de éxito entre la marea africana. Eso es lo que hizo Bouabdellah Bob Tahri, francés de origen marroquí, uno que sorprendentemente ha empezado a obtener triunfos a los 30 años, antes de convertirse en el único hombre europeo que ganó una medalla -bronce en los 3.000 metros obstáculos- en las pruebas de largo aliento de los Mundiales de Berlín. Ésta es la realidad: el atletismo europeo se muere. El africano, hasta Berlín, nunca había ganado tantas medallas: 27. Y el Caribe, a rebufo de Usain Bolt, El Relámpago, uno que hace creer que todo es posible, amenaza como nueva potencia de la velocidad: 25 metales.

"Las marcas invierten en ellos y no hay quien les pare", dice el técnico de Higuero
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"El atletismo en Europa está muy mal", resume Manuel Pascua, un técnico que lo ha vivido todo; "es catastrófico. El atletismo es de África y el Caribe".

La de Pascua no es una voz solitaria ni carente de argumentos. Los países de la vieja Europa conquistaron 25 medallas en Berlín, menos que nunca. Las naciones africanas, que aún no disponen de los entrenadores ni los fondos para especializarse en las pruebas técnicas, como las de lanzamientos, rompieron su techo histórico llegando a 27.

El atletismo agoniza en Europa. Cristiano Ronaldo, Roger Federer, Tiger Woods o Pau Gasol le han robado protagonismo como figuras inspiradoras entre los jóvenes. Apostar por ser Bolt es jugar a la ruleta rusa. Eso tiene una traducción estadística hasta en países de larga tradición atlética y renovado ímpetu gracias al impulso de la inmigración: España sólo logró dos medallas -el oro de Marta Domínguez en 3.000 metros obstáculos y el bronce de Jesús García Bragado en 50 kilómetros marcha-; Francia tres, sin ningún oro, e Italia, ninguna.

"Todos, no sólo España, el atletismo mundial, está envejeciendo", dice José María Odriozola, el presidente de la federación. "No me alegro del mal ajeno, pero Francia o Italia están peor".

"Los europeos llevan mucho tiempo borrados del mapa en el 5.000 y el 10.000. En la maratón, excepto en la época dorada del italiano Baldini, de Fiz o Antón..., es apabullante", resume Antonio Serrano, el técnico de Juan Carlos Higuero, uno de los que dejó a España sin representación en la final del 1.500 por primera vez en la historia. "Según me informan", argumenta, "los managers y las marcas están invirtiendo en hacer una labor de captación muy importante en África con campamentos a los que llevan a atletas a los que entrenan con sistemas europeos. Antes no había eso. Si con su potencia, con su genética, se organizan y se entrenan con conocimientos, aprenden hasta a correr bien la maratón, que antes no sabían", prosigue; "en África ven que los atletas hacen dinero, que son famosos, y eso ha generado un efecto dominó".

¿Por qué la vieja Europa sólo tuvo dos mujeres medallistas en pruebas de fondo, Domínguez en obstáculos y la británica Dobriskey en el 1.500? "Porque aquí", dice Serrano, "por la manera como vivimos, hay un efecto dominó contrario al de África: hay muchos más deportes y es más difícil sacar jóvenes para el atletismo. Se diluyen. Aquí, viendo lo que están haciendo los británicos, su esfuerzo con vistas a los Juegos de Londres 2012, faltan centros de tecnificación, de alto rendimiento. En Madrid yo tengo 20 atletas, estoy copado, no puedo hacer más. En la federación no hay dinero para todos. Ya es cosa del Gobierno. El atletismo en España es cosa de maestros en los pueblos, de gente con tres o cuatro atletas. Hacen falta más centros, más sueldos dignos, porque, si no, los atletas nos llegan a Madrid con 23 años y ya algunos se han perdido. Igual que los clubes de fútbol mandan ojeadores a África, tendríamos que tener dinero para mandar ojeadores a los pueblos de España".

Los europeos corren el peligro de conformarse con tener al primer blanco de las carreras, superados por los africanos -"¡eso a nosotros no nos dice nada!", dice Serrano-. Hay más. El futuro, si nada cambia, puede ser peor. Los africanos no se conforman. Habla el keniano Bungei, oro olímpico de 800: "La actuación global estuvo bien, pero debería haber sido mejor. ¡Nos falta experiencia!"

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