Confesiones privadas por un euro
El actor Quico Cadaval cobra por conversar en un escaparate
En el número 44 de la calle Real de Ferrol todo tiene un precio. Incluso las palabras. Encaramado a un escaparate del centro de la ciudad, como una mercancía más, Quico Cadaval, se exhibe, se oferta y "cobra" por conversar. El "falador", como se define a sí mismo el artista, vende nueve minutos de su tiempo para hablar, escuchar o incluso ambas cosas. Siempre a gusto del consumidor.
Todo forma parte de un proyecto artístico que el polifacético Cadaval (Ribeira, 1960) define como "teatro privado y unipersonal" basado en la "exposición visual y la discreción sonora" que ha bautizado como Conversatorio: medidas variables. Persigue la reflexión de la sociedad actual sobre la carestía del tiempo y "la intimidad expuesta" como espectáculo. Este mostrador de conversación tiene algo de confesionario. "No lo pretende", replica Cadaval, dramaturgo y actor, "pero la confesión está incluida en toda charla, al igual que el sermón".
"Conversar es uno de los placeres del hombre", reflexiona el artista
El cliente puede confesar, interrogar, divagar, mentir y polemizar
Tras el cristal, el artista presume de tarifa plana para las ideas y palabras. Por un "precio asombroso", un euro, garantiza casi diez minutos de conversación, cronometrada al segundo por un implacable reloj de ajedrez. Ni una sílaba más de la cuenta. El módico coste garantiza el secreto de una performance de lo más peculiar, ubicada en la antigua sede de campañas electorales del PP ferrolano. "Tenía un karma chunguísimo. Lo estamos limpiando", bromea Cadaval.
Entre una zapatería de saldos y una joyería, el actor y director teatral que el pasado año triunfó en las tablas con una adaptación de la Noite de Reis de Shakespeare para el Centro Dramático Galego, espera sentado. Cuatro flexos, dos sillas, un reloj y una mesita de té adornada con un ramo de flores amarillas le sirven de decorado a este teatro callejero. Los viandantes, turistas y curiosos, se detienen, mínimo, a un metro de distancia. Pueden observar pero no oyen, y muy pocos se atreven a entrar. Más mujeres que hombres, en cualquier caso. Alguno, cuenta el artífice del proyecto, incluso entra protestando por el abusivo precio.
"Conversar es uno de los placeres honestos del hombre", reflexiona Quico Cadaval, que relaciona su propuesta con la prostitución. "Cobrar por algo que debería ser gratis se antoja surrealista. Todo se comercializa". Ahí radica la provocación del Conversatorio. El mecanismo del espectáculo es simple y consta de seis reglas sencillas. El tema es libre. El "falador" promete discreción y hablar aunque no está necesariamente "obligado a saber del tema". El cliente puede confesar, interrogar, divagar, mentir y polemizar cuanto desee, pero únicamente "en el plano verbal".
Como la taquillera de cualquier teatro, Margarita, la discreta "vendedora de tiempo" reparte los segundos en tickets amarillos. "¿Cuántos minutos quiere hablar y cuántos que le hablen", pregunta al segundo cliente de la tarde. "Mitad y mitad", responde desconcertado el atrevido usuario. Se trata de un antiguo compañero de estudios de Cadaval, al que quiere plantear una reflexión "de carácter político y personal" que el artista no comparte.
Después de exprimir el escenario desde todos los ángulos, como actor, director, productor y guionista, Cadaval se resume como "un narrador de historias" con medio siglo de vida. Confiesa que de buena gana llevaría hasta su Conversatorio a la fadista lisboeta Mariza "para asediarla con palabras". Y recuerda como la idea de esta performance le sobrevino en un bar. Se ofreció a contar una historia a cambio de un café. Pronto se formaba un corrillo de parroquianos para escuchar, así que optó por aislarse para ser visto sin que se pervierta el arte de conversar solamente a dos voces.
Este personalísimo espectáculo de Cadaval forma parte del programa de actividades O Jofre fóra de si, diseñado por la Concejalía de Cultura de Ferrol para acercar el teatro a los vecinos en espacios poco convencionales. El Conversatorio de Cadaval arrancó el martes por la tarde a pleno sol y parece que la playa les han robado adeptos, aunque el protagonista culpa "a la luz diurna", clásica enemiga de la intimidad.
No es la primera vez que Quico Cadaval sale a la calle con este experimento sociológico convertido en arte o viceversa. Se estrenó en julio del pasado año durante de la presentación del álbum Ecléctica Emsemble, del grupo del mismo nombre, en el Centro Galego de Arte Contemporánea de Santiago. Repitió en el Festival de Cangas y en la localidad salmantina de Morille, cuyo alcalde impulsa el PAN, un certamen de arte y poesía en el medio rural castellano. El Conversatorio de Cadaval cerró ayer sus puertas. Dice que, por su parte, esas conversaciones también quedan sepultadas.
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