Jinetes de tapete y naipes
Cuatro 'pros' del póquer que han participado en un torneo en Benalmádena logran vivir del popular juego
Raúl Páez, El Toro, llegó a Tunica, Mississippi (EE UU), en 2005. Quería ser un as del póquer, un pro. "Tunica es un pueblo estilo Las Vegas, pero en pequeñito" relata este barcelonés que, desde entonces, se dedica profesionalmente al popular juego de cartas. "Tuve la suerte de llegar y ganar dos torneos importantes. ¡Me puse el tercero en el ranking mundial!".
Enfrente se sienta Óscar Lapua, otro profesional de los naipes. Óscar quería ganarse la vida con el billar, como el vanidoso Paul Newman de El buscavidas. Pero resultó que en el local donde jugaba, unos parroquianos echaban partidas al chiribito, una variante ibérica del póquer. "Poco a poco empecé a jugar y me enteré de que había un torneo de Texas Holdem. Me apunté y hasta ahora", recuerda. El Texas Holdem es la modalidad de póquer más extendida en EE UU. Cada jugador recibe dos cartas y en el centro de la mesa se colocan cinco. El objetivo es buscar la mejor combinación posible entre las siete cartas. Este tipo de partida es la que ha elegido la sala de juego online fulltiltpoker.com para el torneo que organizó este fin de semana en Benalmádena (Málaga) con 200 participantes. El ganador se ha llevado 150.000 euros
"Cambié el embutido por las cartas", dice El Toro Páez, uno de los mejores
"Cambié el embutido por los naipes", recuerda divertido El Toro Páez. Está echado sobre una cómoda silla en una sala del casino Torrequebrada, sede del torneo. Le acompañan Óscar, Bruno Ortuño y Kiko Labrasa. Bruno es profesor de Educación Física en un colegio de Alicante y se define como "un jugador superagresivo". Kiko jugaba a fútbol en aquel Alavés que perdió la final de la UEFA contra el Liverpool por cinco goles a cuatro. Valenciano de Gandía, "aún busca un estilo", pero sabe que le gusta dominar el juego.
Estos deportistas de salón, que rondan la treintena, coinciden en dos cosas. Primero, en que el juego es una mezcla de cálculo matemático, análisis de la jugada y del adversario, de sus gestos y emociones hechas carne, y capacidad de adaptación a cualquier situación. Segundo, ahora ligan menos que antes.
En cuanto a lo primero El Toro Páez precisa que la práctica hace al jugador, "es como cuando montas un negocio y de primeras no sabes si la mercancía que compras para luego venderla es barata o cara. Con el tiempo lo acabas sabiendo, dominas los precios perfectamente". El cortejo es otra cosa. "Es que no hay tiempo", se excusa Bruno. De levantar pasiones ni hablar.
"Dices que eres jugador de póquer y te miran raro, como a un ludópata", lamenta Bruno. "Bueno, pero antes era peor -replica Óscar- ahora todo el mundo ha visto los programas de la tele y es otra historia. ¡Además es que no es lo mismo las tragaperras o la ruleta que el póquer! Con las cartas hay un 25% de azar y el resto es habilidad".
Las mujeres no son habituales del juego, en eso están también de acuerdo los cuatro. "Me parecen más fáciles de analizar", asegura El Toro Páez; "son, en general, muy cabezotas, más cautas, así que sabes que si se empeñan en subir es porque llevan algo". Bruno, con la estadística siempre en la punta de la lengua, entiende que al haber menos mujeres jugadoras que hombres, la probabilidad de que haya buenas jugadoras es menor que la de buenos jugadores.
Se puede ganar mucho dinero con el póquer. Ya no sólo son los premios, que en el torneo de Benalmádena "están muy bien para ser un torneo local", sino los patrocinadores, los viajes gratis, las dietas. En un gran torneo internacional hablamos de millones de dólares en premios y un prestigio áureo. Este es el objetivo de estos cuatro jinetes de tapete y carta. Y no sólo por la plata. Si hay suerte pueden encontrarse en la mesa a Tobey Maguire o a Ben Affleck. Y si hay mucha, mucha suerte James Woods te ganará una manga. A El Toro Páez le sucedió. "Tenía un full y va, ¡y me saca un full mayor!". Cosas que pasan.
Temperamento, nacionalidad y suerte
Bruno Ortuño comenta los niveles de pensamiento en el póquer: "primero está lo que yo tengo, después lo que yo creo que él tiene, luego lo que yo creo que él cree que yo tengo y así, lo que yo creo que él cree que yo creo que él tiene...".
Los alemanes, coinciden los cuatro jugadores, son los mejores, los más completos, los actuales dominadores; la mezcla entre nórdicos, "un punto agresivo de más", y estadounidenses, "un punto de menos". Los latinoamericanos son, a su criterio, muy conservadores. Los franceses y los italianos pecan de rabiosos, "se calientan mucho". Los rusos son fríos, "ya puedes estar robándole a la novia en sus morros que no cambian la cara".
Pero al margen de la nacionalidad de cada uno y sus peculiaridades convertidas en virtudes o defectos para el juego, existe la excepción, la suerte del principiante, lo que convierte al póquer en un pasatiempo atractivo y lo desliga de temperamentos. La historia de Chris Moneymaker, Atlanta, se ha convertido en una pequeña leyenda. Era un contable norteamericano que en 2003 se apuntó a un torneo satélite pagando 39 dólares -inscribirse en Benalmádena costaba 1.650 euros- y lo ganó, por lo que se aseguró una plaza en el campeonato del mundo en Las Vegas, modalidad Texas Holdem, cuya inscripción le hubiese costado 10.000 dólares. Por circunstancias fue pasando, le fueron llegando las cartas y algún farol que tiró, y lo ganó. Es la grandeza del póquer.
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