Tres en uno
Edipo rey, Edipo en Colono y Antígona, tres tragedias de Sófocles para seguir el rastro y entender la historia de su personaje central o, al menos, el que ha dado más que hablar. Tres tragedias que han sido ceñidas y encadenadas en una adaptación al francés de Daniel Loayza directa al grano, muy eficaz, y traducidas del francés al castellano por Eduardo Mendoza en una versión diáfana, que suena muy bien y que, por sí sola, vale más de la mitad del montaje. El resto del pastel se lo llevan los intérpretes, que con la fuerza de sus voces, que no volumen, consiguen captar la atención de un público que la noche del estreno tuvo que soportar no sólo los incómodos asientos del anfiteatro, sino también el aire sofocante de la jornada más calurosa del verano, acumulado a lo largo del día en ese hoyo de la montaña de Montjuïc, y todo eso durante 2 horas y 20 minutos sin entreacto.
EDIPO, UNA TRILOGÍA
De Sófocles. Traducción: Eduardo Mendoza. Dirección: Georges Lavaudant. Con Eusebio Poncela, Rosa Novell y Laia Marull. Teatre Grec. Barcelona, 23 de julio.
Eusebio Poncela es Edipo y es uno de los que captan la atención, con su voz, su precisa dicción y sus exquisitos gestos, como es esa mano que se lleva lentamente a la cabeza cuando Yocasta, interpretada por Rosa Novell, le tranquiliza, o eso intenta, diciéndole que no ha de hacer caso de las adivinaciones, pues el oráculo predijo que Layo moriría a manos de uno de sus hijos, cuando en realidad se lo cargaron unos bandidos. Un gesto como punto de inflexión, pues aquí es cuando él empieza a atar cabos. La primera parte de esta "trilogía imaginaria" se desarrolla, como las que le siguen, entre proyecciones un tanto arbitrarias sobre una pantalla que sube y baja. De las tres es, sin duda, la más lograda y ágil.
La segunda, en cambio, supone un bajón. Es tremendamente oscura y estática, y los avatares de Edipo, ya ciego, se hacen letárgicos. En la última, el rastro de Edipo se sigue a través de sus descendientes y del desafío de su hija Antígona para dar entierro a su hermano Polinices según el orden divino a pesar de su tío, el tirano Creonte, y sus imposiciones de orden humano. El peso aquí recae en Pedro Casablanc, un Creonte imponente y temible mientras su mujer, Eurídice, una silente Rosa Novell, se da a la bebida repantigada en la butaca del salón. Después está el criado que, clavadito al abuelo de la familia Monster, nos da la sonrisa, al ir limpiando por los rincones. Un toque humorístico muy de agradecer entre tanta desgracia.
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