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Reportaje:Moda

Ser o no ser (alta costura)

Complejidad y delicadeza se dan la mano en los desfiles de la semana de la moda de París

Eugenia de la Torriente

"Si no es elaborado y complejo, no es alta costura; para lo demás ya está el prêt-à-porter". Así justificaba Karl Lagerfeld su embrollada colección para Chanel a la vez que resumía su posición en el debate que la industria de la moda mantiene estos días en París. Lagerfeld hablaba rodeado de los gigantescos frascos de Chanel nº 5 que decoraban su escenario favorito, bajo la cúpula del Grand Palais. Fue el martes por la noche, ya que el septuagenario alemán quiso que la luz del atardecer acariciara sus creaciones. No sólo por eso era lánguido el ambiente: los mullidos sofás potenciaban el impulso de dejarse llevar. Tal vez Lagerfeld cuidó tanto la comodidad porque sabía que el lugar al que nos llevaba no era precisamente fácil. O quizás el entorno estaba llamado a suavizar el impacto de una colección fallida.

Es justo reconocer la dificultad que entrañaba superar la soberbia propuesta blanca que exhibió en enero. También lo es admitir que hay valentía en la defensa de una estética tan compleja cuando abunda una vocación excesivamente simplista, que amenaza con ser idiotizante. Aún así, cargada de excelsas referencias pictóricas, la colección resultaba espesa. Medias de encaje con botines vestían en exceso unas piernas lastradas por un tosco juego de alturas en las faldas. La silueta estaba definida por colas de distintos largos, que raramente componían un movimiento armónico. Sólo cuando la asimetría se trabajó en espiral, la fórmula resultaba comprensible.

El expresionismo abstracto tiene muchas caras. Y si los sombríos vestidos de Lagerfeld miraban a Mark Rothko, las coloristas creaciones de Josep Font buscaban a Frank Stella. El catalán presentó ayer en el hotel Westin, escenario habitual de Yves Saint Laurent, y consiguió estar a la altura de esas paredes. Con 10 piezas bellas y bien facturadas remató su mejor faena de alta costura hasta la fecha.

El descenso en la asistencia ha sido notorio en todos los desfiles, pero alcanzó un punto doloroso ayer, día en el que también presentaron Elie Saab, Valentino y Jean Paul Gaultier. El francés se inspiró en el tópico entre los tópicos, las estrellas del cine, para un ejercicio tan poco imaginativo como su trillado planteamiento hacía temer. Recreaciones de Mae West, Rita Hayworth o Marilyn, acompañadas por vestidos de celuloide, y una novia asaltada por fantasmagóricas divas del pasado. Se bordeó lo carnavalesco y los verdaderos efectos especiales de la costura, de los que Gaultier es un auténtico virtuoso, apenas se rozaron. Aparecieron en detalles, como solapas que se sumergían en el cuerpo, innovadora construcción que también se vio en un traje de Dior dos días atrás.

Es curioso observar cómo el lúcido desfile de Galliano ha acabado por sintetizar lo mejor que de sí ha dado una semana en la que se han visto más costurones y costurillas que alta costura. El gusto por la lencería que exhibió el diseñador de Dior tuvo eco ayer en el segundo asalto de Maria Grazia Chiuri y Pier Paolo Piccioli al legado de Valentino. Cerraron el calendario con una sorprendente apuesta por la corsetería y los delicados juegos de encaje negro sobre la piel. Nunca Valentino fue tan humeante, lo que supone un sugerente y atrevido cambio de rumbo respecto al conservador debut de la pareja.

También lencero, pero mucho más claro y luminoso es el camino emprendido por Peter Copping en Nina Ricci. Aunque, claro, como diría Karl: eso no es alta costura. Por suerte, no pretende serlo, a diferencia de lo que le ocurría a su predecesor, Olivier Theyskens. Estos días, la casa propiedad de Puig, ha presentado un adelanto de su nueva identidad, que se descubrirá en un desfile de prêt-à-porter en octubre. Deliciosos conjuntos que, en línea con la tradición perfumera de la familia catalana, destilan el elixir de la marca e invitan a seguir su estela. Encajes, tonos pastel y nudos que abrazan con optimismo la lúdica frivolidad que dio fama a la marca y se alejan de la genial, si bien tenebrosa, visión de Theyskens.

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