'No se puede andar siempre con 'verdis' y 'puccinis'
Teresa Mir es la voz cantante de un singular grupo de entusiastas de la ópera: la Asociación del Cuarto y Quinto Piso.
En la cola conoció la ópera, a su novio Jaume, a su asociación; de la cola salieron un montón de matrimonios, cuñados, amigos. A los 14 años, Teresa Mir se puso por primera vez en la cola del Liceo. Tiene 74 y es la voz cantante de un singular grupo nacido de aquella cola: la Asociación del Cuarto y Quinto Piso. Gente modesta y, sobre todas las cosas, fiel a la ópera.
"El Liceo ha sido tres cuartas partes de mi vida, y la otra mi hija, mi nieto y mi marido". Ve la cara de sorpresa, pero no se arruga. Tampoco le ha temblado el pulso al escoger, con este calor, sopa de pescado. "Me he pasado más horas en el Liceo que en ningún otro sitio. Del colegio a la cola, del trabajo a la cola, la función y a dormir. Así casi 60 años".
Es la voz cantante de una asociación de modestos entusiastas de la ópera
Mir recuerda la primera vez que entró en el Liceo: "Me costó 12 pesetas y me desmayé". Muchas horas de espera, casi sin comer, y luego seguir la función de pie en unas bancadas sin numerar. "Recuerdo tres días de espera para Maria Callas. Yo empecé a las seis de la mañana. Felip, que luego sería mi cuñado, organizaba los turnos. Éramos la cola del Felip, pero había otras; la de Mataró, la de Masnou... De aquellos grupos sólo continuamos nosotros; una singularidad mundial".
Lo que comenzó con 50 personas, integra hoy a 250 fervorosos, siempre de las mismas modestas alturas. "Somos más, pero tenemos un problema de juventud", resume Mir, que ha dado cuenta del carpaccio. "Un constipado, y el Liceo se queda sin gente".
En estos 60 años, Mir casi nunca ha descendido a platea para ver de cerca a sus ídolos. "A veces tenemos entradas para los ensayos generales y mi marido se va a las primeras filas, yo no, es horroroso al lado de los metales".
Aquel grupo de jóvenes tenía que esforzarse, como hoy, para pagar el abono de temporada. Administrativa en Myrurgia, Mir pidió un adelanto para pagar el primero. "Entonces todo el sueldo lo entregábamos en casa". La mayoría de la asociación -muchos jubila-dos- tiene que hacer un esfuerzo para pagarse su pasión, varios premios que patrocinan y sus visitas a los mejores teatros.
Una vez al año, la abuela Teresa -tiene un nieto de 13 años- les lleva de excursión. Compra las entradas por Internet y exprime la tecnología para sus fines. "Ayer oí en un blog la grabación de un disco de Jonas Kauffman que aún no ha salido a la venta. Y escucho óperas interpretadas el día anterior en cualquier teatro del mundo".
Pese a que pide una tradicional crema catalana, que nadie prejuzgue a Mir: "En la vida hay que evolucionar, y en la ópera también. No se puede andar siempre con verdis y puccinis, hay que dar cabida a nuevos compositores".
En agosto se van de excursión a la francesa Orange. "A todos los asociados les mando a la vez un e-mail y los 25 primeros que responden son los que van. No tengo fuerzas para organizar más de un autobús". El año pasado tocó Viena, "en siete días nos vimos cinco óperas y un musical". "Un poco enfermos sí que estamos". Enfermos y arrastrando una maldición. "De la docena de matrimonios nacidos en aquella cola, de las decenas de hijos que tuvimos y de los hijos de nuestros hijos, ni uno de ellos, ni uno solo, ha salido aficionado a la ópera. Algo hicimos mal".
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