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El doctor Stanley

Hoy hace 105 años que murió Henry Morton Stanley, periodista y aventurero galés que hizo famosa la frase pronunciada a orillas del lago Tanganica el 10 de noviembre de 1871: "El doctor Livingstone, supongo". Sacarlo a relucir no es ocioso. Su odisea hasta Zanzíbar comenzó en Madrid, vía París.

"El 16 de octubre de 1869, hallándome en Madrid, y en mi casa de la calle de la Cruz, me presentó mi criado un parte telegráfico de James Gordon Bennet, director del New York Herald...". Así comienza el libro Viaje en busca del doctor Livingstone al centro de África. Estaba aquí como corresponsal de guerra del periódico neoyorquino. España era un polvorín con la economía por los suelos y la política por los cerros de Úbeda. La Revolución de 1868, convulsa, fue el prólogo de la I República.

Stanley estaba siendo testigo de un Madrid asilvestrado de largo alcance. Un ejemplo: en 1869, el diputado Suñer y Capdevila defendía en el Congreso la "idea nueva de la ciencia, la tierra, el hombre", frente a la idea vieja de "la fe, el cielo y Dios". El arzobispo de Santiago, que también era diputado, se ofreció a demostrarle que "geométricamente, la única religión verdadera es el catolicismo". Así estaban las cosas.

Durante su estancia en Madrid, sir Henry seguro que frecuentó establecimientos como Lhardy (que estaba allí desde 1840); el café La Fontana de Oro; el teatro del Príncipe; las fiestas en el palacio de los condes de Montijo... En todas partes se conjuraba y Madrid era un nido de espías.

Un tipo fascinante. Su nombre verdadero era John Rowlands, pero adoptó el de un comerciante estadounidense para quien había trabajado. Todos sus viajes a África estaban más relacionados con el espionaje que con el periodismo, supongo. Viajaba con ingentes cantidades de dinero.

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