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Reportaje:

La crisis llega a Contador

Armstrong, dispuesto a hacerse patrón y asumir la licencia del Astana, cuyos corredores llevan dos meses sin cobrar

Carlos Arribas

Hay vidas agitadas, biografías hechas de sobresaltos, pero todas palidecen si se les compara con lo acaecido durante la existencia del Astana, un equipo ciclista que quizás no llegue a su tercer cumpleaños y en el que lo único inmutable ha sido la presencia a su frente del rostro petrificado del sátrapa Danial Ajmétov, su patrón y, además, presidente de la federación kazaja de ciclismo y ministro de Defensa de Kazajistán. Posiblemente, también, la única persona del mundo que se permite el lujo de no cogerle el teléfono a Lance Armstrong. El Astana, el color azul turquesa de sus cielos y el sol de Kazajistán, llegó al pelotón ciclista de sopetón, mediado junio de 2006, a consecuencia de la Operación Puerto, y amenaza con dejarlo de la misma manera, sin avisar y sin pagar, cualquier día de éstos. En sus apenas 35 meses de existencia ha conocido cuatro empresas de gestión diferente -la inicial, de Manolo Saiz, la de Walter Godefroot, la de Marc Biver y la actual, la de Johan Bruyneel-, otros tantos corredores líderes -Vinokúrov, Kasheckin, Contador, Armstrong...-, ha ganado una Vuelta y un Giro, pero nunca ha podido terminar un Tour -el único que han corrido hasta el momento lo abandonaron con los positivos de Vinokúrov y Kasheckin- y puede que no tengan oportunidad de correr más. No, al menos y haciendo caso al presidente de la Unión Ciclista Internacional (UCI), Pat McQuaid, mientras no pague lo que debe, que es bastante.

Sus corredores, incluido Contador -Armstrong no cuenta, pues corre gratis-, cuerpo técnico y auxiliares llevan sin cobrar al menos dos meses. No llega dinero de Kazajistán -bajo la denominación Astana se esconde un conglomerado de empresas estatales: las líneas aéreas, los ferrocarriles, petróleo, gas... que garantizaba un presupuesto anual de unos 15 millones de euros-, un país azotado por la crisis, y aunque ningún miembro del equipo ha denunciado aún el impago ni puesto en marcha una reclamación para ejecutar el aval depositado en la UCI, los dirigentes de la federación han hecho público el problema en vísperas del comienzo del Giro, los agoreros han pronosticado su inmediata desaparición y Armstrong, en vez de disfrutar de su primer viaje a Venecia, donde mañana se disputa el prólogo, ha avanzado que posiblemente el Giro sea la última carrera en la que se vea el maillot de esos impresentables que no le devuelven las llamadas y que la solución sólo puede llegar si los kazajos le ceden a Bruyneel y a él mismo la licencia federativa y entre los dos encuentran un patrocinador. "Hay multinacionales norteamericanas interesadas en el proyecto, en el que también intervendría Livestrong, la fundación contra el cáncer", dijo ayer Armstrong.

La experiencia no sería nueva para él, quien ya en sus tiempos de corredor era a la vez socio de la empresa que gestionaba su último equipo, el Discovery Channel. En 2007, el fracaso en la búsqueda de un sustituto para el maillot con el que Contador acababa de ganar el Tour llevó a Bruyneel, socio de Armstrong entonces, a retirarse del ciclismo. Sólo unos días. Inmediatamente recibió la oferta del Gobierno kazajo para la renovación del Astana. La revolución tuvo lugar bajo el liderazgo de Contador, quien, según Armstrong, es ahora una figura indispensable para el nuevo proyecto: "No le dejaría irse de ninguna manera".

Armstrong, ayer en Venecia.
Armstrong, ayer en Venecia.AP

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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