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GRUTA 77 | En el corazón del rock urbano

Los Ramones no se duchan

La ducha (con dos baldosas rotas) del camerino de Gruta 77 no ha sido utilizada por nadie. Al menos no le consta al propietario de la sala, Indio ("ése es mi nombre"), de 40 años. El camerino es una caverna de no más de cuatro metros cuadrados empapelada hasta la última esquina de firmas y pegatinas. Un pene gigantesco pintado en la pared te da la bienvenida. Al lado se lee: "No vivas peor de lo que te mereces". En el pequeño banquillo se ha sentado hasta siete veces el histórico batería de los Ramones, Marky, que se encuentra tan cómodo que, cuando actúa en este local de Carabanchel sólo sale para pisar el escenario y para pedir su único vicio: una gran fuente de arcanos, el fruto seco más antioxidante. "Se pasa horas allí. De hecho, un año enviaba a su manager a pedir canciones al dj, todas de los Ramones, por cierto", informa el Indio. Existe una leyenda urbana que afecta a Marky. Huidizo hasta la enfermedad, en una de sus actuaciones se corrió la voz de que después del concierto firmaría autógrafos... en el camerino. Se formó una cola de unas 200 personas, pero no pasaba nada. Indio: "Entonces llamé a la puerta para decirle que había mucha gente esperando, que si iba a firmar los autógrafos. Nadie me contestó. Así que entré y allí no había nadie. No sabemos cómo salió porque no le vimos. Creo que lo hizo escondido en el bombo de la batería". También han pisado este cuartucho el mítico Glen Matlock, primer bajista de los Sex Pistols, "un tío muy normal". Y los Hives, que llegaron después de 90 días de gira. En este pequeño espacio se vistieron con sus ¿elegantes? trajes. "Tenían tanta porquería que se quedaban de pie sin necesidad de colgarlos", informa el Indio.

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