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ÁREA DE META | 32ª jornada de Liga
Columna
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Motivación

Hermosa palabra ésta de la motivación, hermosa y de ésas que sirven de comodín del público, ya que se aplica para lo bueno y para lo malo, para cuando ganas y para cuando pierdes, para el principio y para el final de la temporada, para todos y para nadie en concreto.

Ya saben de mi manía de ponerlo todo en un sitio concreto para poderlo ver mejor. Esta vez me gustaría que me acompañasen a un viaje con dos destinos. Uno de ellos se sitúa junto a la calle Felipe Serrate, 5, en Bilbao, en San Mamés, y viste de rojo y blanco. Hace más o menos un mes, la alegría estallaba en la vieja Catedral, ya que el Athletic volvía, 25 años después, a una final de Copa. Desde entonces, muchas noticias extradeportivas.

Unas, relacionadas con la marea rojiblanca que se prepara para desembarcar en la Malvarrosa e inundar Valencia con la pasión y la ilusión de un club que vuelve a un escenario grande, en el que se siente plenamente acreditado para tener papel de protagonista por mucho que la realidad le diga que hace un cuarto de siglo que no aparece por esas tablas. Y otras, que tiene que ver con las entradas y su reparto. En fin, muchas teorías sobre quién está acreditado para disponer de ese milagro en forma de papel que posibilita sentarse en Mestalla el 13 de mayo.

De lo deportivo, ninguna señal positiva. Dicen por El Bocho que andan los muchachos y compañía despistados con ese histórico momento que se vivirá en Valencia. También cuentan que, tras la increíble noche del 4 de marzo, la descarga de adrenalina fue tan intensa que se perdió la motivación en la Liga y que desde entonces el calendario no es más que un lento transitar de las jornadas hasta llegar al 13 de mayo. Mientras tanto, el equipo se ha metido en la parte baja de la tabla, ésa en la que los partidos tienen la tensión y la presión de la permanencia, donde no existe la motivación, sino la obligación.

Tal vez ya se han imaginado hacia dónde nos lleva nuestro otro destino, la calle Arístides Maillol, 12-18, de Barcelona. Si van en taxi, lo más fácil es que le digan al conductor que les lleve al Camp Nou. El mismo 4 de marzo, un par de horas más tarde, el Barça conseguía meterse en la final de Valencia sufriendo mucho para estar presente en una 11 años más tarde. Después de pasar por Son Moix para cerrar el billete a Mestalla, a los azulgrana les ha dado tiempo para meterse en las semifinales de la Champions y mantener su primer puesto en la Liga, posición que ostentan desde principios de noviembre.

Se diría que la clasificación para la final reafirmó a los blaugrana para darles determinación y confianza, para dotarles de esa energía que proporcionan las metas alcanzadas con dificultad, con exigencia. Es decir, lo que se diría pasándolo mal. Vamos, que les dio un plus de motivación para sentirse mejores, para saber que podían ganar sufriendo, para que los jugadores menos habituales tuvieran su momento de grandeza y siguieran con su labor de apretar a los que juegan más partidos.

Bueno, ahí les dejo el asunto y la pregunta. ¿La obtención de una meta es tan motivadora para que nos pueda llevar a otra más alta o, por otro lado, nos rebaja la motivación, ya que la intensidad del foco, en forma de final, hace que nos olvidemos de las tareas diarias?

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