'Dolce vita' en la Chueca de París
'Bistrots' con sabor sefardí y askenazí, el Museo de Victor Hugo, 'boutiques' de ropa de autor y un hotel decorado por Christian Lacroix. Un día en el barrio parisiense más original y gay
A un sector de los distritos tercero y cuarto del caracol de barrios que conforman París se le conoce como Le Marais. Poco glamour se esconde tras su nombre -ciénaga o marisma en castellano-, pero mucho a lo largo y ancho de sus calles trazadas a escala humana, en los patios de sus edificios de tejados de pizarra azul cien por cien parisienses y en sus cafés, tiendas de té y boutiques de ropa pintoresca.
10.00 Arte y café bajo los soportales
Si sólo tuviésemos un día para pasear por París podríamos permanecer en el Marais sin lamentarlo: por algo la corte francesa se trasladó a él durante los siglos XIV, XV y XVI. Su centro neurálgico es la Place des Vosges -
(1), una plaza porticada con edificios de ladrillo rojizo y un jardín cuco en medio. Sus pórticos nos pueden parecer algo monótonos si los miramos desde el jardín central, pero en esta plaza las cosas funcionan como en los ejercicios de agudeza visual: hay que aprender a buscar los detalles. Así descubriremos que hay infinidad de cafés medio escondidos, en concreto el café Hugo (en el número 22), gran opción para desayunar o brunchear en un entorno entre rancio y moderno. El café debe su nombre a la cercanía de la Casa-Museo de Victor Hugo a la altura del número 6 (de martes a domingo, de 10.00 a 18.00; www.musee-hugo.paris.fr), otro secreto bien guardado de la plaza junto a la galería de arte Nikki Marquardt (www.nikki-marquardt.abcsalles.com) o el fastuoso Hôtel de Béthune-Sully, buen ejemplo de arquitectura barroca francesa y hoy sede de los museos nacionales, que tiene una de sus entradas por una discreta esquina de la plaza (http://sully.monuments-nationaux.fr).
12.00 Compras multicolores
Nos queda mucho por ver: tomemos la Rue des Francs-Bourgeois
(2), ante cuyos escaparates de tiendas coloristas tipo Antoine et Lily (número 51) nos pararemos inevitablemente. Enseguida nos daremos cuenta de que el Marais es cuna del desenfado comercial, ya que armanis, diores y chaneles tienen sus sedes en otros distritos. Muestra de este desenfado es Pylones
(3) (13, Rue Ste. Croix de la Bretonnerie), una marca autóctona de objetos prácticos que a veces cobran formas y colores inusitados: sus bolsos-regadera y sus tostadoras floreadas son buena prueba de ello. Y si buscamos una óptica estilosa en esa misma calle, Anne et Valentin, en el número 4, se lleva la palma con sus fantásticas monturas que nos provocan el deseo de tener al menos media dioptría de astigmatismo.
13.00 Almuerzo de tradición judía
Si el plan es seguir paseando y dejar la cultura para después de comer, la Rue des Rosiers (4) y aledaños serían la mejor elección. Por allí se fueron instalando los judíos askenazíes y sefarditas a lo largo de los siglos; por eso, si caminamos por ella en pleno sabbat, la veremos mortecina, pues muchos de sus comercios cierran. A cambio, la afluencia de público se concentra ese día en el número 10 de la Rue Pavée
(5), concretamente en el interior de la sinagoga construida en 1919 por Hector Guimard, que bien merece ser fotografiada.
La huella judía en la Rue des Rosiers se deja ver también en tiendas de comestibles como la de Sacha Finkelsztajn (en el 27), tras cuya fachada amarilla blinis, latkes y otros productos de la Europa del Este están a la orden de día. Otro lugar donde los panes trenzados (jalot) funcionan como magdalenas proustianas y nos trasladan inmediatamente a algún shtetl de Ucrania o Letonia es la pastelería Korcarz (en el 29 de la calle de Rosiers; www.korcarz.com), fundada en 1949.
Ni siquiera hace falta moverse de esta calle para comer a mediodía. En ella, las mejores opciones llevan nombre de mujer. La gastronomía sefardí tiene su más digno representante en Chez Hannah (en el número 54 de Rosiers), donde hummus y falafel se sirven siguiendo el control kosher del rabino de París, y el lugar más popular de la tradición askenazi parece ser Chez Marianne (en la esquina de las calles Hospitalières St. Gervais y Rosiers), cuyo bufé de ensaladas siempre llama la atención.
15.00 Un museo en cada esquina
Tras una mañana de compras y un almuerzo temprano, se impone un après-midi de alta cultura. Los pilares museísticos del Marais son, sin duda, el Museo Picasso
(6) (5, Rue de Thorigny; abre de 9.30 a 17.30, cierra martes. www.musee-picasso.fr; precio de entrada, 8,50 euros) y el Musée Carnavalet (7) (23, Rue de Sévigné; abre de martes a domingo, de 10.00 a 18.00; www.carnavalet.paris.fr; 7 euros), que conserva en sendos palacios de los siglos XVI y XVII todo sobre la historia de París. La elección se complica un poco más si no queremos renunciar a visitar otros dos bastiones culturales del barrio: el Musée d'Art et d'Histoire du Judaïsme (8) (71, Rue du Temple; de 11.00 a 18.00; cierra sábados; www.mahj.org; 6,80 euros) y la Maison Européenne de la Photographie
(9) (5, Rue de Fourcy; www.mep-fr.org; de miércoles a domingo, de 11.00 a 20.00; 6,50 euros), un centro de arte fotográfico con exposiciones temporales de primer nivel, situado -como no podía ser menos- en un palacete del XVIII.
17.00 La hora del té a la francesa
Tendemos a identificar el gusto por el té y los scones (panecillos dulces) con Inglaterra, pero, obviamente, Francia tiene también su pasado colonial y no se iba a quedar atrás en el arte de hervir agua. El legendario y decimonónico almacén de tés Mariage Frères (10) (30, Rue du Bourg Tibourg) lo dice bien clarito en sus folletos: "L'art français du thé". Y nos convencen nada más entrar por su entorno de madera noble, sus enormes latas con variedades fragantes de esta planta bebible y, sobre todo, por su coquetísimo saloncito con claraboya en el que paladear (a precios de duquesa, eso sí) tartas, bizcochos y tazas de té (de 15.00 a 19.00).
20.00 Plazuelas y 'bistrots' con sabor
Pidamos a Tutatis, a Belenos y a otros dioses galos que no llueva para así poder cenar en alguno de los restaurantes con terraza de la Place du Marché Sainte Cathérine - (11), uno de los rincones del Marais que encarnan con más precisión la dolce vita a la parisiense. Pitchi Poï, con sus recetas rusas, o las barbacoas coreanas de Arirang son dos buenas opciones que nos alejan un poco de la exquisita cocina autóctona. Pero si la climatología nos traiciona y lo que buscamos es el viejo bistrot parisiense de suelo ajedrezado, vayamos a la Rue du Poitou y en concreto a Chez Nénesse
(12) (en el número 30), donde nos teletransportaremos de inmediato a los años cincuenta. Enfrente, tras el precioso rótulo de una falsa boulangerie, se esconde el increíble Hôtel du Petit Moulin (www.paris-hotel-petitmoulin.com), redecorado por Christian Lacroix y óptimo lugar donde acabar nuestra ruta. Y si antes de dormir nos quedan fuerzas, redirijámonos hacia la Rue Sainte Croix de la Bretonnerie, cerca de la cual, además de la animada escena gay de la ciudad, encontramos el bar Les Étages (13) (35, Rue Vieille du Temple), cuyo encanto radica en su estética parisiensemente desaliñada presente a lo largo y alto de sus tres pisos.
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