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Columna
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Codicia

Junto a la iglesia Episcopal de la Trinidad, situada en el corazón financiero de Wall Street, hay un cementerio donde están enterrados algunos próceres del pueblo norteamericano. Subido a un cajón de Coca-Diet, en la puerta de la iglesia labrada con figuras de bronce que representan a Adán y Eva expulsados del paraíso, un sujeto desnudo bajo un pellejo de cabra y con una bandera de barras y estrellas en la mano de cuya asta pendía un gato muerto o anestesiado predicaba un final aterrador para la economía del mundo. "Oíd lo que dice el Señor", gritaba a la manera de un profeta muy airado. Un río de gente silenciosa con el espíritu en la punta de la nariz discurría por la acera sin volver el rostro hacia sus palabras de fuego; sólo le atendían algunos ejecutivos reclinados en las lápidas ennegrecidas del cementerio de la Trinidad, que a esa hora extraían un sándwich de atún de la bolsa de papel marrón y lo devoraban con saña. La voz de este sujeto arañada por el polvo de un lejano desierto describía un terrible panorama: han caído ya las torres más eminentes, la altivez de los magnates ha sido humillada, los ídolos de oro ya no existen, el dinero se ha convertido en escoria y los perros hartos de rapiñas ya no pueden ladrar. Pero en el futuro sucederá algo más horrible todavía, siguió clamando la ira de este profeta. Tarde o temprano esta crisis económica pasará y sobre una enorme extensión de bancos quebrados, empresas arruinadas, negocios hundidos y millones de parados, como en un campo de humeantes despojos, un día volverá a brotar la euforia debida a la inevitable codicia humana. Dentro de unos años, las orugas y hormigoneras reemprenderán la marcha allí donde dejó el tajo la especulación y en el extrarradio de las ciudades se extenderá hasta el mar un horizonte de grúas, de las cuales colgarán otra vez dioses con huevos de oro, pero después del baile volverá el castigo, y aún será peor la ruina. Con el sándwich en la mano, uno de los ejecutivos preguntó sin ocultar una morbosa ilusión: ¿Cuándo llegará la próxima codicia y comenzará de nuevo el baile? El profeta contestó: cuando los prohombres enterrados bajo vuestro trasero ordenen a las ratas que vuelvan a ocupar sus puestos en las altas finanzas.

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