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El bueno, el feo y el malo

Lo cierto es que, pese a los miles de millones que los Gobiernos de todo el mundo han inyectado en sus bancos, los inversores siguen sin fiarse de que las cuentas reflejen la situación real de las entidades. La solución, explican economistas y políticos, pasa por sacar los activos con problemas, denominados tóxicos, fuera del balance de la banca. De esa forma, el crédito volvería a circular con fluidez y se sentarían, así, las bases de una recuperación económica. Algo aparentemente sencillo pero no exento de problemas.

Una opción pasa por dividir cada banco en problemas en dos, uno que se quede con los activos malos y otro con los activos buenos. Esa medida, advierte el economista Simon Johnson del Instituto Peterson de Economía Internacional, tiene truco porque obliga a dividir el pasivo (depósitos) entre las dos entidades y, con ello, a castigar a unos clientes (los que tengan su pasivo asociado al banco malo) y a premiar a otros (los que se queden en el banco bueno).

Otra versión del mismo modelo es que los fondos para el banco malo los ponga el gobierno, mediante la compra de los activos tóxicos o ampliaciones de capital, como hizo UBS en noviembre con el apoyo del Gobierno suizo. En ambos casos, el principal escollo reside en cómo se valoran los activos tóxicos. Si lo hace al precio actual del mercado, obligaría a una provisión inmediata del banco y por tanto el objetivo final de la operación no tendría sentido. Si lo hace al valor que tiene en balance, eso se traduciría en un generoso regalo para los accionistas del banco a costa del erario público.

Hay un segundo modelo que va ganando peso y es la creación de un gran banco malo que "coleccione" los activos tóxicos de las entidades en problemas. El capital lo proporcionarían el Tesoro y el banco central, con poderes casi ilimitados en situaciones de emergencia. Este modelo no soluciona el problema de la valoración de los activos y sólo funciona si se pueden separar claramente los activos sanos de los tóxicos. Y eso no es así. Activos como la deuda colateral parecían seguros al estallar la crisis subprime y han dejado de serlo.

Las autoridades de EE UU quieren que el sector privado participe en este modelo, aunque aún no han definido cómo. Una fórmula sería crear varios fondos de inversión que gestionaran los activos tóxicos a cambio de algún tipo de aportación en capital de los gestores privados. Eso permitiría recuperar parte del dinero público. Algún día.

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