Volumen extraño en el paraje tranquilo
HOTEL TERMES LA COLLADA, en Girona, 'spa' de lujo en un anodino complejo junto a La Masella y La Molina
Si hemos de creer el dicho popular, este año ha sido de bienes para todos los hoteles que viven de la nieve, tales son los espesores acaudalados en el área pirenaica, de Navarra a Cataluña. Al filo de la carretera que hiende la collada de Toses, mítica por su sinuoso trazado, el Termes La Collada se las promete felices para la Semana Santa por su emplazamiento inmediato a las estaciones de esquí de La Masella y La Molina, cuyas pistas resplandecen de una excelente innivación esta temporada frente a los ventanales simétricos del hotel.
Durante los meses de verano, el paisaje muda de color, y los entresijos del puerto convierten el edificio -insulso, aparatoso, rematado por estatuas de mal gusto- en parada obligatoria de almuerzo o pernoctación para un ingente número de viajeros.
HOTEL TERMES LA COLLADA
PUNTUACIÓN: 5.
Categoría: 4 estrellas. Dirección: N-152, km 145. 17536 Toses (Girona). Teléfono: 972 89 21 00. Fax: 972 89 20 47. 'Web': www.bienestarhoteles.com. Instalaciones: jardín, centro termal con piscina exterior y climatizada, bar, comedor. Habitaciones: 5 individuales, 77 dobles, 11 suites. Servicios: dos habitaciones para discapacitados, no admite animales. Precios: temporada alta, 88 euros + 7% IVA (desayuno incluido); temporada baja, 57 euros + 7% IVA. Oferta 3 - 2 entrada en domingo y El despertar de los sentidos: dos noches con tratamientos spa, 385 euros por persona.
Una huerta solar
Ingente, sí. Porque 93 habitaciones suponen un impacto brutal para la montaña y porque los 2.500 metros cuadrados de club termal, techados por una huerta de placas solares, constituyen una instalación turística difícil de amortizar. Sus interiores destilan un carácter urbano, más que anodino, permeables al viento serrano por culpa de una puerta giratoria mal diseñada. A la izquierda se ubica el comedor, tan vasto que aparenta estar siempre vacío. Al fondo, junto a la puerta de la cocina, se abren otros dos pequeños comedores funcionales en los que se sirven el desayuno y la cena los días en que el hotel permanece bajo mínimos.
La planta superior almacena una sucesión de salones casi siempre desocupados, pese a los esfuerzos del escaso servicio por llenarlos de celebraciones familiares.
Mejor tono ofrecen los dormitorios, pese a las desatenciones que sufren los desagües y al verde estriado de las moquetas, tan molesto a la vista. Claro que para mirar se bastan solas las cresterías del Pirineo catalán, gran parte del año cubiertas de nieve, o los valles gentiles de la Cerdanya y el Ripollès, que invitan al relax de primavera casi tanto como el spa, por ahora el mayor atractivo con que cuenta el hotel. Gran piscina dinámica con contracorrientes, chorros subacuáticos, cuellos de cisne, asientos de burbujas, hot tubes, hongo de agua mágica, duchas bitérmicas, mármoles cálidos y un río exterior de contracorrientes en el que disfrutar de un baño en la nieve... Argumentos más que suficientes para ser indulgentes con el mazacote de siete plantas que se presenta en este inmaculado paisaje bajo el título de Gran Hotel.
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