Noche de palillos y recuerdos
La primera impresión dicen que es la que vale, y la que deja este largo programa de recuperación del repertorio de Escuela Bolera no es enteramente positiva. Vaya por delante que José Antonio fue un bailarín excepcional de la especialidad y hoy es depositario de un saber precioso y muy importante. Otra cosa son las condiciones y preparación de la plantilla para abordar algo tan ambicioso y complejo; con este programa el director comienza a saldar una deuda moral, propia y ajena, con la tradición. Y hay que ir a los detalles. Resulta extraño no poner Seis sonatas para la reina de España con su telón. Trajes y fondo fueron pensados a la vez por Ramón Ivars para conseguir un empaste determinado, lo que en la reposición brilla por su ausencia. En Puerta de Tierra los solistas Cristina Gómez y Sergio García no llegan a ningún sitio. Ella, con un amaneramiento inusual en alguien tan joven; él, sin concentración ni conciencia musical tanto en el ataque (que debió ser virtuoso) como en el uso de los palillos. El solo Zarabanda sencillamente sobra, no tiene nada que ver con el estilo del resto de las obras y la bailarina resulta poco apropiada al carácter, mientras la noche se resarce al verse por fin Eritaña (Ruiz Soler) y Danza y tronío (verdadero testamento estético de Mariemma).
ESCUELA BOLERA
Coreografías de Ángel Pericet, Victoria Eugenia, José Antonio, Antonio Ruiz Soler y Mariemma. Teatro de Madrid. Hasta el 15 de marzo.
Eritaña es una obra maestra en toda regla y estuvo bien bailada, dentro de la enorme dificultad que tiene en su ritmo propio, su endiablada dinámica. Hay que tener en cuenta que Antonio compuso la obra al volver de Norteamérica a mediados de los años cincuenta, y contiene las influencias de todo lo que vio allí. Por su parte, la bailarina Jessica de Diego defendió con gallardía y elegancia la Chacona de Victoria Eugenia, la llevó a su propio terreno, le sacó partido artístico. Tampoco se entiende bien la repetición musical en dos piezas diferentes (Boccherini), no es algo habitual en una velada de ballet. Dentro de la plantilla del taller que bailó Amanecer hay varios elementos de mérito y destaca claramente por su luz propia, su brío y potencial, Sergio Bernal.
La labor encomiable y que merece ser elogiada es la de la sastrería del propio Ballet Nacional de España, que ha hecho un trabajo de recuperación de antiguos vestuarios (algunos todavía impresionantes en su belleza y buen gusto, como los de Eritaña) sólo empañado por el desvarío de algunos nuevos atuendos, como los de Ivonne Blake para Rumores de la Caleta, que sólo demuestran un profundo desconocimiento de las esencias básicas del traje de danza española de tradición.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.