_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Banqueros

No hay como explicar bien las cosas para que la gente las entienda. Yo, por ejemplo, era de los que creían, hasta hace muy poco, que bancos y cajas habían sido dos de los principales promotores/instigadores de la burbuja inmobiliaria y de su estrepitoso pinchazo posterior. En perfecta sintonía, todo hay que decirlo, con comunidades autónomas y ayuntamientos, responsables de la política urbanística desplegada durante años a lo largo y ancho del territorio patrio. Según mi modesta opinión, exenta de toda malicia, las entidades financieras habrían sido algo distraídas y/o manirrotas a la hora de calcular los riesgos inherentes a una expansión crediticia de tan larga duración y tan concentrada en el sector inmobiliario, ignorando la experiencia histórica acumulada en este tipo de movimientos cíclicos. Primero, concediendo créditos por doquier a promotores y compradores de casas hasta que se les acababa el dinero disponible en caja, y luego vendiendo paquetitos de hipotecas al mundo mundial para conseguir más euros y seguir prestando a promotores y compradores de casas. Y así indefinidamente, en un círculo virtuoso que parecía no tener fin.

Pero, obviamente, estaba equivocado. Lo supe en cuanto Miguel Martín, presidente de la Asociación Española de Banca (AEB), tomó la palabra la semana pasada, unas horas antes de la reunión de los banqueros con Zapatero, y proclamó que aquí, en España, en contra de lo que yo pensaba, la crisis no tenía nada que ver con los bancos, y además informara de que aquí, de no ser por la banca, la situación, ahora mismo, sería insostenible.

Sé que puede resultar extraño una versión tan heterodoxa de la crisis, pero reconozcamos que cuando las cosas se explican con claridad es estúpido seguir aferrados a estériles prejuicios sin fundamento. El Sr. Martín fue bastante didáctico al aclarar que al contrario de lo que ocurre en EE UU, en donde las entidades financieras han sido las principales responsables de la crisis, aquí es la "economía real" la que ha puesto en dificultades al sistema financiero. Es más, según su tesis, si la economía no se hunde del todo es porque las entidades financieras están respaldando el sistema. Lo que sin duda supone un alivio para la mayoría de la gente (muy cabreada con los socios de la AEB) quienes no podrían ni imaginarse que estarían mucho peor todavía de lo que están de no ser porque bancos y cajas les estaban respaldando todo el tiempo sin saberlo.

Y no solo eso. Gracias al Sr. Martín ahora sabemos además que la culpa de todo lo que está pasando la tiene la "economía real", lo que significa (a buen entendedor pocas palabras bastan) que es con ésta con quien tiene que hablar Zapatero y no con los banqueros, los cuales, ahora lo sabemos, en realidad no forman parte de ella. Más claridad, imposible.

Claro que alguien puede pensar que es natural que el Sr. Martín diga estas cosas porque no deja de ser un empleado cualificado de la AEB y para eso le pagan, lo que sería un argumento razonable. Pero es que Emilio Botín, uno de sus jefes, lo ha explicado con mayor autoridad si cabe: "Sería irresponsable que ahora la banca diera crédito sin las suficientes garantías", ha dicho ante un auditorio ávido de sensatez.

Y es que, pese a quien pese, la prudencia sigue siendo el valor más característico (y apreciado) de las entidades financieras. Muy al contrario de lo que ocurre con la "economía real", la cual, en cuanto ve un pequeño resquicio de liquidez, se endeuda hasta las cejas sin pensar en las desagradables consecuencias que ello puede tener para la banca. ¡Qué equivocados estábamos todos!

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_